Psicóloga Vecindario MOBBING El efecto perverso de las expectativas grupales sobre un individuo

Psicóloga María Jesús Suárez Duque
Psicóloga infantil, adolescentes, adultos y mayores
Atención psicológica individual. Terapia de pareja. Terapia de familia
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MOBBING

El efecto perverso de las expectativas grupales sobre un individuo

El efecto perverso describe el punto o momento temporal a partir del que una persona cualquiera y psicológicamente normal cruza el límite entre el bien y el mal y se embarca en acciones perversas.

Para Philip Zimbardo, el efecto perverso representa una auténtica transformación de la personalidad que es muy significativa por las consecuencias terribles que tiene sobre el individuo que lo sufre y sobre la sociedad.

Esta transformación perversa tiene más probabilidad de ocurrir ante nuevos trabajos o en la asignación de nuevos roles a un individuo.

La presión de las poderosas fuerzas sociales de la situación hace que el individuo ceda ante ellas, produciéndose cambios esenciales en él, desapareciendo las atribuciones o juicios morales sobre él y sobre sus actos y eliminando los sentimientos de compasión, de justicia o de juego limpio.

Un trabajador cualquiera, al ser promocionado y recibir un nuevo rol con las presiones de su jerarquía, puede en cualquier momento ser objeto de este tipo de transformación terrible de su conducta moral.

Esa posibilidad no se puede conjurar mediante las protestas moralizantes que cada uno podamos realizar, alegando que nosotros nunca haríamos determinadas cosas.

Determinados entornos laborales facilitan la existencia del tipo y la intensidad de las presiones sociales que pueden consumar estos cambios de forma sutil y paulatina. Solamente conociendo las modalidades y el funcionamiento de este terrible mecanismo puede conjurarse esta transformación perversa, que por supuesto, no depende ni de la voluntad, ni de la capacidad intelectual, ni de la formación moral previa de la persona. Se trata de fuerzas situacionales de las que los seres humanos son títeres.

Comprender como estas fuerzas situacionales y las expectativas del entorno inciden en el comportamiento de un individuo normal resulta esencial.

No se trata de servir una excusa para eludir la responsabilidad moral, ética o judicial. Aquellos que se embarcan en acciones fraudulentas, perversas o ilegales son responsables en cualquier caso de ellas.

El objetivo es comprender mejor de qué modo cualquiera puede virtualmente ser reclutado para involucrarse en acciones malignas que victimizan a otros seres humanos, a su dignidad, su integridad o su misma vida. En el origen y la autoría de las más inhumanas y perversas conductas de depredación humana están sujetos dotados de una terrible y pasmosa normalidad, eso sí, sometidos a las fuerzas de las expectativas de lo que los demás esperaban de ellos en aquellos casos. Un sujeto absolutamente normal, sin patologías previas, y sin presentar personalidad premórbida alguna puede, bajo determinadas contingencias o situaciones que se dan en su entorno, participar o incluso tomar la iniciativa en acciones absolutamente terribles contra otros seres humanos.

El análisis de las disposiciones internas y de la personalidad de los acosadores puede tener un reconfortante efecto de permitir afirmar a los que no las presentan que “A mí esto no me pasaría nunca pues soy diferente a los individuos que cometieron estas fechorías”.

Y sin embargo al no entender las fuerzas responsables de transformar a esas personas de ángeles en demonios corremos el mismo riesgo que ellos.

Las buena personas suelen terminar practicando el mal, desplegando actuaciones y colaborando en actos terribles, simplemente por el efecto que tienen en ellos las expectativas de un rol organizativo o empresarial que se les ha asignado.

El poder del rol y las expectativas situacionales de los miembros relevantes de su entorno permiten explicar (aunque no justificar) el paso de cualquier ser humano al lado oscuro.