¿CUÁL ES EL PAPEL DE LA EMOCIÓN EN EL APRENDIZAJE?
En el marco del conocimiento científico actual, la emoción
es un estado mental placentero o displacentero asociado a un determinado
acontecimiento o suceso cerebral (Borod, 2000). La manifestación comportamental
de este estado es lo que se conoce como respuesta emocional,
que implica cambios en:
·
la expresión facial
·
los movimientos corporales
·
la actividad del sistema nervioso autónomo, que
incluye el sistema hormonal.
En la producción del estado mental en el que consiste la
emoción juega un papel destacado:
a)
El sistema límbico,
que forma parte del cerebro anterior o
prosencéfalo y está integrado por diversas estructuras, de las que las más
importantes son el hipocampo y la
amígdala.
b)
Núcleos específicos
del tronco cerebral y del hipotálamo, tales como el locus cerúleo
noradrenérgico, el núcleo colinérgico, los núcleos dopaminérgicos, el núcleo
rafe serotoninérgico.
c)
Núcleos
histaminérgicos, que se proyectan de forma difusa prácticamente
sobre todo el cerebro.
Las neuronas de
todos estos núcleos se activan cada vez que ocurre algo importante o deseado y,
al activarse, provocan la liberación por amplias zonas del cerebro de unas
sustancias químicas denominadas neuromoduladores,
tales como la dopamina, la serotonina o
la noradrenalina, que influyen en la actividad neuronal y en la plasticidad
sináptica (aprendizaje) de las áreas cerebrales afectadas.
Las emociones
tienen la finalidad última de preservar la vida del individuo y de la especie y
toda actividad cerebral, que es subyacente a la acción adaptativa del sujeto
interactuante con su entorno. La emoción es catalogada como más o menos próxima
a ese fin. Esta catalogación influye en el aprendizaje de los sucesos
cerebrales y, así, cuanto más extrema sea; esto es, cuanto más positiva o
negativamente sean valorados esos sucesos en relación a aquella finalidad, más
eficazmente quedarán aprendidos con el objeto de repetir la vivencia agradable
ligada a los sucesos positivamente relacionados con la preservación de la vida
del individuo y de la especie o de evitar la vivencia desagradable ligada a los
sucesos negativamente relacionados con esa preservación.
Los sucesos negativos
Los sucesos negativos activan
inmediatamente a la amígdala y esta activación hace que, en cuestión de
milisegundos, aumente en el cerebro la
cantidad circulante de adrenalina y de noradrenalina, a la que sigue unos
segundos después la liberación de glucocorticoides (cortisol,
principalmente) por parte de la glándula suprarrenal. La acción de estas
hormonas provoca una serie de cambios fisiológicos que preparan al organismo
para responder y que, en conjunto, se conocen como respuesta de estrés. Entre
estos cambios figuran, como los más significativos:
·
el aumento
del rendimiento cognitivo
·
la
elevación del tono cardíaco
·
la
inhibición de todas las funciones no necesarias en ese momento, las cuales
pueden ser pospuestas sin consecuencias negativas para el organismo, tales como
la digestión, el crecimiento, la reproducción y el sistema inmunitario.
El aumento del rendimiento cognitivo ligado al estrés tiene que
ver, fundamentalmente, con:
·
la
elevación del nivel general de alerta (Borod, 2000; Whalen, 1998)
·
el
incremento de la atención y de la percepción de la información de interés
(Anderson, 2004; Anderson et al., 2005; Fox et al., 2001; Itti et al., 2004;
Ohman et al., 2001; Polonski et al., 2000)
·
la
facilitación y consolidación del aprendizaje relacionado con esa información de
interés (Cahill et al., 1996; Hamman et al., 1999; McGaugh, 2000).
La respuesta de
estrés es un mecanismo efectivo para hacer frente a los peligros y amenazas y
la facilitación que conlleva respecto de los procesos de aprendizaje favorece
la adaptación óptima a los cambios ambientales. Sin embargo, las situaciones de
estrés intenso y, sobre todo, de estrés crónico, tienen consecuencias nefastas
sobre el aprendizaje.
Un nivel puntual
excesivamente alto de glucocorticoides y, sobre todo, unos niveles elevados
mantenidos en el tiempo deterioran las neuronas del hipocampo, que es una
estructura esencial para la producción del aprendizaje. Los glucocorticoides
activan a estas neuronas y su continua presencia en dosis altas puede provocar
un agotamiento de las neuronas hipocámpicas e, incluso, si la exposición es lo
suficientemente larga, la muerte celular (McEwen y Sapolsky, 1995).
El agotamiento y
la atrofia hipocámpica dificultan la formación y consolidación de aprendizajes
y es por ello que en las personas frecuentemente sometidas a estrés se vean
seriamente mermadas sus posibilidades de aprendizaje y de memoria. El miedo, en definitiva, es mal aliado del
aprendizaje. Pero, además, provoca
bloqueo mental; esto es, dificulta la activación de patrones neuronales
divergentes, amplios y más abiertos, equivalentes a ensayos de situaciones
novedosas y eficaces al problema presente, en favor de la concentración en la
activación de patrones cerrados equivalentes a rutinas simples ya aprendidas
(Fiedler et al., 2001; Fiedler y Forgas, 1999). El miedo, por tanto, parece también reñido con la creatividad, la
productividad y el pensamiento libre.
¿Cuáles son las
consecuencias sobre la práctica educativa de los sucesos negativos?
Las consecuencias
de todo esto sobre la práctica educativa son evidentes. El aprendizaje requiere
de una atmósfera positiva libre de estresores. Podemos imaginar las
consecuencias de acudir a un centro educativo con miedo al profesor o con miedo
al acoso de ciertos compañeros o con miedo a determinada asignatura o a
determinada metodología de trabajo.
Sucesos positivos
Los sucesos positivos activan los núcleos
dopaminérgicos, cuyas neuronas liberan dopamina. El principal núcleo en
este sentido es el área A-10, un pequeño núcleo que se encuentra en el
tegumento ventral. Otros núcleos dopaminérgicos influyen en el equilibrio
hormonal (el sistema tuberoindundibular, que se encuentra sobre las glándulas
hipofisiarias, en el hipotálamo) o en el control de movimiento (la sustancia
negra, que se encuentra en el cerebro medio o mesencéfalo). La insuficiente
liberación de dopamina por parte de la sustancia negra produce la enfermedad de
Parkinson.
La dopamina producida por las neuronas del
A-10 se difunde por todo el córtex frontal, a través de fibras que conectan
directamente ambas estructuras, y esta liberación de dopamina en el córtex
provoca una mayor claridad de pensamiento. Una segunda vía conecta el área A-10
con el núcleo accumbens, que se
encuentra en los ganglios basales. Allí la dopamina activa la producción, por
parte de las neuronas de ese núcleo, de neuropéptidos,
que son sustancias con efectos similares a los opiáceos (sustancias
relacionadas con el opio), por lo que también se suelen denominar opiáceos
endógenos. Estos opiáceos, mediante fibras que conectan con el núcleo accumbens
con el córtex frontal, se difunden
por todo el córtex y dan como resultado una sensación placentera o de bienestar.
Estas dos vías
constituyen la principal fuente del sistema de
recompensa o de gratificación del cerebro y juegan un papel
fundamental en el aprendizaje, dado que la presencia de estos neuromoduladores
(dopamina y opiáceos endógenos) hace que las sinapsis en ese momento activas se
fortalezcan; esto es, se aprenden más
fácilmente aquellos sucesos ligados a la experimentación de un estado de
bienestar, de agrado, o de satisfacción. Se aprende, en definitiva, lo que
tiene consecuencias positivas.
El sistema
neuronal correspondiente a la gratificación puede ser activado por estímulos
específicos biológicamente relevantes como, por ejemplo, el alimento o el sexo
(también, artificialmente mediante drogas), así como con estímulos como una
mirada agradable o una palabra amable (Hamman y Mao, 2002; Kampe et al., 2002),
o mediante la aprobación y el reconocimiento. También con la comprensión o el
entendimiento de algo. El fenómeno “eureka” esto es, el logro en el cerebro, en
un instante dado, de un patrón conectivo que da sentido, de manera global, a la
información disponible en ese momento, está considerados entre los eventos que
provocan una de las sensaciones más placenteras (Csikszentmihalyi, 1990)
Los sucesos
cerebrales que conducen a la consecución de estímulos (externos e internos)
activadores del sistema de gratificación se aprenden. Pero este aprendizaje es más eficiente cuando la estimulación lograda
resulta ser mejor de lo esperado; esto es, cuando la recompensa real supera a
la recompensa anticipada, ya que las neuronas dopaminérgicas se activan más
fácilmente en respuesta a esta diferencia (Spitzer, 2002; Waelti et al.,
2001).
La emoción, en
suma, es un constituyente esencial del sistema de aprendizaje humano que, a su
vez, es influenciado por los aprendizajes que van siendo adquiridos. En la
actualidad ya no es admisible la idea de que la emoción y la cognición son
actividades distintas que es posible separar. Como ya declarara Platón hace
casi 2500 años, todo aprendizaje tiene una base emocional y bien se puede decir
que el aprendizaje está al servicio de la emoción.
Referencia bibliográfica
Anaya, N. (2009). Bases del aprendizaje y
educación. Madrid: Sanz y Torres.
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