Objetivos del proceso de evaluación
1) Detectar lo más tempranamente posible a los niños
que presentan señales de alarma en el desarrollo de la comunicación y del lenguaje.
2) Establecer el nivel de desarrollo del niño en distintos aspectos del lenguaje (fonología, semántica,
morfosintaxis, pragmática), tanto en la vertiente expresiva como comprensiva.
Para ello, seguimos el modelo de análisis del lenguaje elaborado por Bloom y Lahey (1978) en el que se propone que la adquisición del lenguaje implica
el desarrollo independientemente de diferentes componentes (semántico, formal y pragmático) así como la interacción entre ellos.
- El componente semántico se refiere a los contenidos del lenguaje, es decir al conocimiento del léxico y a cómo se va organizando. Incluye todo lo que tiene que ver con el significado de las emisiones lingüísticas, con la semántica (significado léxico, relacional, no literal), es lo que queremos expresar.
- El componente formal es el que se ocupa de las estructuras con las que se codifican los contenidos que queremos expresar, es el cómo se expresan los mensajes e incluye la fonología y la morfosintaxis.
- El componente pragmático se refiere al uso comunicativo del lenguaje, el para qué producimos una determinada emisión lingüística.
3) Elaborar perfiles concretos de las habilidades
y dificultades que muestra el niño.
En esos perfiles se observarán posibles desfases o alteraciones entre las competencias comunicativas y lingüísticas que pone de manifiesto el niño y las que le corresponderían
dada su edad cronológica.
Se valorará si esas diferencias entran dentro de lo que puede ser considerado como diferencias individuales en el proceso de adquisición o, por el contrario, son propias de un retraso o de un trastorno
del lenguaje.
4) Describir la naturaleza del trastorno o problema.
Los datos obtenidos de la evaluación determinarán en qué aspectos hay que intervenir y cómo
hay que hacerlo, y a su vez, los resultados de la intervención no irán informando acerca de la adecuación de las decisiones tomadas y qué otros aspectos hay que ir evaluando de manera más fina o precisa.
Tabla 1. Algunas señales de alerta para identificar niños con posibles trastornos de la comunicación y del lenguaje (Adaptado de Belinchón, 2004)
Antes de los 12 meses
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Hacia los 2 años
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Hacia
los 3 años
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Hacia los 4 años
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Hacia los 5 años
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¿Qué y cómo evaluar?
La evaluación del lenguaje
y la comunicación se ha de plantear desde una concepción comprensiva, global y multidimensional que ha de incluir los siguientes aspectos (Carballo y Fresneda, 2005):
1) Entrevista con la familia/padres, niño,
maestros y otros profesionales.
El objetivo es recabar información sobre: el desarrollo del niño; aparición, características y repercusiones de las dificultades en comunicación y lenguaje; proceso de escolarización;
expectativas del entorno familiar y escolar sobre las dificultades que presenta el niño...
2) Detección o evaluación auditiva y, si se considera necesario, otras exploraciones médicas para
detectar alteraciones orgánicas.
3) Evaluación del desarrollo psicológico y de las habilidades adaptativas.
4) Evaluación de la comunicación
y del lenguaje
5) Evaluación de las demandas educativas a las que está sometido el niño.
Procedimientos de
evaluación
1) Procedimientos que se basan en la experiencia de relación con el niño. (Inventarios y listas de desarrollo del lenguaje y la comunicación).
A
partir de los inventarios y listas de comunicación y de lenguaje, los padres y educadores pueden proporcionar una información precisa y rigurosa sobre el desarrollo comunicativo y lingüístico temprano de los niños.
Ventajas:
la validez ecológica, al estar basados en experiencias naturales llevadas a cabo en contextos comunicativos muy diferentes.
Desventaja: las informaciones que proporcionan los padres y cuidadores acerca de la comunicación temprana y del
proceso de adquisición del lenguaje del niño, al estar basadas en el recuerdo, pueden producir numerosos sesgos que limitan la fiabilidad de las mismas.
2) Procedimientos que proporcionan referencias
normativas (escalas de desarrollo y tests psicométricos).
a) Las escalas de desarrollo están compuestas por una selección de ítems ordenados cronológicamente según
su aparición en el curso evolutivo típico, que recogen los hitos más importantes del desarrollo comunicativo y lingüístico, permitiendo situar el comportamiento observado en el niño en un determinado nivel y compararlo
con los niveles propios de su edad cronológica. Constituyen un procedimiento útil para la identificación temprana de trastornos.
Desventajas: su validez depende de la selección y del poder de discriminación de los
ítems; aporta una información muy limitada que debe ser completada con otros tipos de procedimientos y su aplicación no es recomendada en niños mayores de 3 años.
b) Los tests estandarizados,
tanto los que evalúan habilidades lingüísticas generales como las que evalúan habilidades específicas permiten identificar aquellas actuaciones que se desvían del grupo normativo de referencia, de lo que sería
esperable dada una determinada edad cronológica, señalando la existencia de un posible retraso en alguna de esas habilidades.
Ambos procedimientos van a requerir de una evaluación más profunda para poder describir perfiles
precisos del comportamiento comunicativo y lingüístico, de cara a poder diseñar el plan de intervención.
3) Procedimientos que proporcionan información sobre cómo es el lenguaje
que utiliza el niño en sus intercambios comunicativos naturales (análisis de muestras de lenguaje espontáneo).
Constituyen los procedimientos más válidos para identificar los elementos críticos del
lenguaje, y surgen como alternativa a las limitaciones de las escalas y de los tests estandarizados (Carballo y Fresneda, 2005).
Requiere de la recogida de información en audio o vídeo de muestras de producciones del lenguaje del niño
en situaciones naturales de interacción y en distintos contextos (colegio, casa...) y con distintos interlocutores para que esas muestras sean representativas. Posteriormente, las muestras se transcriben a papel para poder aplicarles distintos tipos
de análisis: fonológicos, sintácticos (LME), semánticos (IDL) y pragmáticos.
Ventajas: gran validez ecológica y versatilidad.
Desventajas: excesivo coste temporal
Sin embargo, a pesar de ser los
procedimientos más útiles y ricos en cuanto a los datos que aportan, tienen que ser completados con el uso de otras estrategias, pues es bastante habitual encontrarnos con determinados elementos o estructuras que no aparecen en ese muestreo de
lenguaje espontáneo sin que eso quiera decir que no formen parte del repertorio del niño. Hay que comprobar su existencia o ausencia utilizando otro tipo de tareas como las presentadas a continuación.
4) Procedimientos
no estandarizados que proporcionan información acerca de la competencia del niño en la comprensión/ producción de estructuras lingüísticas (tareas de imitación, comprensión y producción verbal no
estandarizadas).
Se trata de diseñar tareas concretas para tratar de elicitar competencias específicas del niño. Se le puede plantear al niño tareas de discriminación de sonidos del habla, de imitación,
de comprensión de diferentes estructuras lingüísticas (el evaluador produce un enunciado que el niño tiene que escenificar con juguetes y variando algunos aspectos de los enunciados podemos valorar la comprensión del léxico,
de las relaciones semánticas, de las flexiones y los nexos...)
En el caso de producción, se pueden utilizar este tipo de tareas cuando se necesita valorar determinadas estructuras que no han aparecido en el lenguaje espontáneo,
los formatos que suelen utilizarse son los libros de lenguaje (los niños tienen que construir emisiones acerca de lo que aparece en la imagen) o los juegos con objetos o con marionetas.
Permiten obtener informaciones muy específicas y
precisas que no son fáciles de conseguir con otro tipo de estrategias.
La dificultad de su uso radica en la exigencia de un profundo conocimiento de la adquisición de la comunicación y del lenguaje para poder diseñarlas.
Referencia bibliográfica
Brioso, A. (2012). Alteraciones del desarrollo y discapacidad. Madrid: Sanz y Torres.
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