El origen del TA es multicausado y puede tener sus raíces
tanto en causas biológicas como psicológicas, sociales o culturales.
1.
Biológicas:
Desde el punto de vista biológico, algunas alteraciones como
por ejemplo alteraciones en el
hipotálamo que afectan al correcto funcionamiento de las señales del hambre
y saciedad, o déficits en la producción
de serotonina, pueden favorecer la ingesta compulsiva que se produce en el
TA.
2.
Psicológicas:
Con relación a las causas psicológicas, el estrés ha sido el factor desencadenante
identificado en mayor número de ocasiones, aunque también han sido
frecuentemente asociados a la sobreingesta los estados emocionales negativos, la baja autoestima, las dificultades
para gestionar y expresar emociones y la soledad.
Asimismo, problemas con
el control de impulsos se han identificado en pacientes con TA.
Finalmente, la insatisfacción corporal fruto de la presión
social por estar delgado activa la necesidad de seguir dietas siendo éstas uno
de los factores más identificados con el inicio del trastorno por atracón. A
este respecto, el modelo de “restricción alimentaria” ha sido el más
desarrollado para explicar el TA.
Modelo de la restricción
alimentaria en la dieta (Herman y Mack, 1975)
Sostiene que los sujetos restrictivos o que hacen dietas de
forma crónica, desinhiben su conducta alimentaria en situaciones tales como
estados emocionales, depresión, consumo de alcohol o cuando violan una dieta.
Además, la teoría pone de manifiesto que la restricción
alimentaria continuada conduce a una privación biológica de energía, a la
experimentación del hambre y a la urgencia por consumir alimentos. Bajo estas
condiciones, se ha observado que los sujetos restrictivos abandonan
generalmente su restricción alimentaria (dieta) y comen incluso más que los
sujetos no restrictivos.
Este modelo y sus desarrollos posteriores han desembocado en
la aceptación plena de que seguir una dieta contribuye o, al menos, exacerba la
sobreingesta.
Considerando la dieta como el punto de partida para la
sobreingesta, diversos autores han formulado modelos explicativos. Así, por
ejemplo, Herman y Polivy (1980 y 1988) sostienen que los sujetos que eligen
seguir una dieta enseguida empezarán a experimentar las consecuencias de la
restricción alimentaria, como son hambre, frustración y falta de discriminación
de las señales de saciación. Estas consecuencias contribuyen a que se reinicie
la ingesta, lo cual a su vez hará que se emplee de nuevo la dieta para
contrarrestar los efectos sobre el peso de exceso calórico de los episodios de
sobreingesta.
El fracaso para perder el peso ganado producirá una
disminución de la autoestima y conducirá a que el ciclo dieta-sobreingesta se
repita y perpetúe.
Modelo espiral (Heatherton
y Polivy, 1992)
Reformularon el modelo de “restricción alimentaria en la
dieta” denominando “modelo espiral” debido a los efectos de la dieta sobre la
sobreingesta.
Según este modelo, se pone de manifiesto que los sujetos con metas altas respecto al peso y
la figura (o con baja autoestima),
siguen dietas restringiendo sus ingestas, con el fin de alcanzar su objetivo de
perder peso y ser delgados. Sin embargo, estos objetivos no son alcanzados; por
el contrario, estos sujetos o bien mantienen su peso estable, o bien ganan
peso. La persistencia en este patrón de comportamiento hace que estos sujetos
sigan fracasando, con lo que su autoestima sigue bajando y se incrementa su
afecto negativo potenciándose la necesidad de seguir haciendo dieta, lo cual
generará nuevos fracasos.
Este “espiral negativo” es el que conducirá a la
perpetuación de la sobreingesta o al desarrollo de trastornos alimentarios en
aquellos sujetos que presenten alteraciones de personalidad que les hagan
vulnerables a trastornos picopatológicos.
Modelo cognitivo conductual
(Fairburn, Marcus y Wilson, 1993)
Propone que los atracones son en gran medida un producto de
la forma particular en que los pacientes con BN y TA intentan restringir su
alimentación. Estos pacientes, en lugar de adoptar las normas básicas sobre
cómo alimentarse, intentan seguir sus propias reglas dietéticas que son muy
específicas y muy estrictas y que son de difícil cumplimiento. Cuando estas
reglas autoimpuestas inevitablemente son violadas, incluso con pequeñas
desviaciones, la persona reacciona negativamente ante su incumplimiento ya que
lo interpreta como una falta de autocontrol. La percepción de falta de control
le conduce a abandonar temporalmente sus esfuerzos para restringir su
alimentación, sucumbiendo a la urgencia de comer y, de esa manera, activándose
el inicio del atracón.
La consecuencia es un patrón muy característico en estas
personas mediante el cual, la restricción alimentaria continuada es
interrumpida por violaciones de la restricción que generan malestar por la
sensación de pérdida de control y que, de nuevo, activan el inicio del atracón.
Los atracones a su vez mantienen la psicopatología básica, al magnificar las
preocupaciones de los pacientes acerca de su capacidad para controlar su alimentación,
forma y peso. Eso anima aún más a la restricción alimentaria, con lo que
aumenta aún más el riesgo de darse un nuevo atracón.
Referencia
bibliográfica
Vallejo, M., & Comeche, M. (2012). Lecciones de
terapia de conducta. España: Dykinson S.L.
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