El metabolismo es un conjunto de procesos
físicos y químicos que ocurren en las células, que convierten a los nutrientes
de los alimentos en la energía necesaria para que el cuerpo cumpla con todas
sus funciones vitales, como respirar, hacer la digestión, hacer circular la
sangre, mantener la temperatura corporal y eliminar los desechos (a través de
la orina y las heces). Es decir que no sólo utilizamos esa energía para
movernos y pensar, sino también cuando estamos en reposo.
La necesidad de
tomar alimentos ha modulado el desarrollo evolutivo. La mayor parte de lo que
un animal aprende está motivado por la lucha constante de obtener comida.
Se puede conseguir
el equilibrio hídrico mediante la ingesta de H2O y Na, pero, al
comer, se ha de obtener una cantidad adecuada de carbohidratos, grasas,
aminoácidos, vitaminas, minerales y Na.
Al comer
incorporamos al organismo moléculas que formaron parte de otros organismos
vivos, plantas y animales y las ingerimos por 2 motivos:
1.
Construir
y mantener los órganos.
2.
Obtener
energía para los movimientos musculares y mantener el cuerpo caliente.
Las células tienen que abastecerse de combustible
y oxígeno para estar vivos. El combustible procede del tubo digestivo a través
de la ingesta de alimentos. Cuando el tubo digestivo está vacío, debe existir
un depósito que almacene los nutrientes a las células cuando los intestinos
están vacíos. Estos depósitos son dos:
1.
Uno a
corto plazo que almacena los carbohidratos
2.
Uno a
largo plazo que almacena las grasas.
Depósito a corto
plazo
Se halla en las
células del hígado y músculos.
Contiene un
carbohidrato complejo insoluble, denominado glucógeno.
Las células hepáticas convierten la glucosa
(carbohidrato simple soluble) en glucógeno y lo
almacenan mediante la estimulación de la insulina,
hormona péptida segregada por el páncreas. Cuando en la sangre hay glucógeno e
insulina, parte de la glucosa se utiliza como combustible y parte se almacena
como glucógeno.
Cuando se ha
absorbido todo el alimento del tubo digestivo, el nivel de glucosa en sangre
empieza a descender, este descenso es detectado por células del páncreas y del
cerebro. El páncreas responde interrumpiendo la secreción de insulina y
segregando glucagón (hormona
péptida). El efecto del glucagón es contrario al de la insulina, estimula la
conversión de glucógeno en glucosa. Es decir, cuando el nivel de glucosa es
alto, el hígado lo absorbe y lo convierte en glucógeno y cuando se vacía el
tubo digestivo y el nivel de glucosa es bajo, el hígado libera glucosa de sus
depósitos.
El depósito de
carbohidratos del hígado se reserva principalmente para el funcionamiento del
SNC. Al levantarnos el cerebro es alimentado por el hígado, que está
convirtiendo el glucógeno en glucosa para verterlo en la sangre. La glucosa
llega al SNC, donde las neuronas, neurogliocitos la absorben y metabolizan,
proceso que puede durar varias horas hasta que todas las reservas del hígado de
carbohidratos se hayan agotado (aproximadamente tiene 300 calorías de
carbohidratos). Habitualmente ingerimos algo de comida antes de agotar la
reserva, la cual permite reponerla. Si no comemos nada, el SNC tiene que
empezar a subsistir con las sustancias almacenadas en el depósito a largo
plazo.
Depósito a largo
plazo
Consiste en tejido adiposo (tejido graso)
Está lleno de
grasa, triglicéridos,
moléculas complejas compuestas por glicerol (carbohidrato
soluble denominado también glicerina)
combinado con 3 tipos de ácidos grasos: esteárico,
oleico y palmítico.
Se encuentra
bajo la piel y en diversos lugares de la cavidad abdominal.
Está formado por
células capaces de absorber nutrientes de la sangre, convertirlos en
triglicéridos y almacenarlos. Estas células pueden dilatarse considerablemente,
la principal diferencia física entre una persona obesa y una de peso normal es
el tamaño de sus adipocitos,
lo que a su vez depende de la cantidad de triglicéridos que contienen los
adipocitos.
Cuando empezamos
a consumir el contenido de carbohidratos a corto plazo, los adipocitos
comienzan a convertir los triglicéridos en combustible y a liberarlos en
sangre. Al levantarnos por la mañana, el tubo digestivo está vacío, el cerebro
vive de la glucosa que libera el hígado. El resto de células del organismo se
mantiene de los ácidos grasos reservando la glucosa para el cerebro.
Una de las
funciones del SN simpático es degradar y utilizar los nutrientes
almacenados. Cuando el tubo digestivo está vacío aumentan la actividad de
los axones simpáticos que inervan el tejido adiposo, páncreas y médula
suprarrenal. Los efectos de estas tres actividades, la estimulación nerviosa
directa, la secreción de glucagón y la secreción de catecolaminas hacen que los
triglicéridos de las reservas de grasas a largo plazo se descompongan en
glicerol y ácidos grasos que pueden ser metabolizados directamente por todas
las células del organismo excepto por el cerebro. Esto deja libre al glicerol,
que es captado por el hígado y lo convierte en glucosa que queda disponible
para el cerebro.
Referencia bibliográfica
Carlson, N. R. (2010). Fundamentos de fisiología de
la conducta. Madrid: Pearson.
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María Jesús Suárez Duque
Psicóloga y Educadora Social
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