TRATAMIENTO DEL ADOLESCENTE DELINCUENTE
En los
últimos 30 años, la familia se ha convertido en una institución inestable y
como consecuencia el adolescente recurre a sus amigos y hermanos, estando
influido por ambos. En este sentido se ha constatado que en familias con hijos
delincuentes se produce una renuncia a la autoridad parental y el subsistema
fraterno se vuelve más poderoso. A menudo, los padres son ineficaces no porque
se sientan incómodos al ejercer su autoridad, sino porque hay un patrón crónico
de desacuerdo entre ellos que debilita su poder ejecutivo. La división también
puede darse entre un progenitor y un abuelo, o entre el organismo de asistencia
social y el tribunal de justicia que están a cargo del adolescente.
El objetivo terapéutico es cambiar las relaciones
perturbadas entre los progenitores y el hijo y abordar los efectos de un
sistema externo que contribuye a mantener la conducta delictiva.
Objetivos terapéuticos
1)
Eliminar el narcisismo
del adolescente
El delincuente
no asume la responsabilidad de su conducta delictiva. Si lo cogen cometiendo
alguna infracción, se limita a decirse a sí mismo: “Salió mal, pero la próxima
vez no me atraparán”. Por otro lado, se observa con frecuencia que las figuras
parentales mantienen el comportamiento reprobable del adolescente al
desculpabilizarlo en mayor o menor medida. Sin embargo, no hay que olvidar que
las personas sólo se vuelven competentes cuando se cuestiona y se destruye su
narcisismo infantil, que les dice que siempre serán protegidos. Por esta razón,
la meta terapéutica es crear una crisis existencial en el muchacho para hacerle
comprender que él es el responsable de su vida y que para salir adelante deberá
apoyarse exclusivamente en su propio esfuerzo.
2)
Fortalecer la
jerarquía del sistema parental.
Desde un
principio se debe incluir a todos los miembros significativos del sistema que
envuelve al delincuente. El mundo de sus amigos puede poner al descubierto la
vitalidad y las emociones que obtiene el adolescente de la delincuencia. Dicho contexto
exterior actúa negativamente manteniendo y potenciando la conducta delictiva,
pero también puede ser el medio donde el adolescente despliega ciertas facetas
positivas que habrá que introducir en el sistema familiar.
La intervención
intentará fortalecer la jerarquía
parental para contrarrestar y regular la influencia de los amigos. En este
sentido, es importante que los padres ayuden a su hijo a encontrar un contexto extrafamiliar que refuerce las facetas no
delincuentes, impidiendo el contacto con aquellos sectores que favorezcan
el comportamiento delictivo. Asimismo, no
les permite que utilicen la conducta problemática del hijo para evitar sus conflictos
como pareja. Por ello, es preciso disipar la creencia paterna de que la
firmeza por separado es la respuesta al problema, ya que, en realidad, la delincuencia
se fomenta por la tendencia a tomar decisiones de forma independiente. La solución
radica en que ambos estrechen filas y se muestren fuertes como pareja para
conseguir que su hijo se comporte de forma responsable y acate las reglas
familiares y extrafamiliares. Por tanto, se debe instar a los progenitores a
que valoren la gravedad de las conductas delictivas y a que ninguno reaccione
ante ellas de forma benévola o transigente.
Se ha
de tener en cuenta la habilidad del adolescente para manipular a los padres,
amenazándoles con no volver a casa si se muestran firmes al imponer normas de
conducta. Entonces invertirá la amenaza planteando que el hijo podrá regresar
al hogar sólo cuando se comporte de forma apropiada e impedirá que asuma el
control, pero cuidando de no cerrarle todas las puertas. El propósito no es
meramente devolver la autoridad a los padres, sino hacerlo de tal modo que
impulsen a su hijo a ganarse el derecho de volver a la familia. Al suministrar
los medios de enmendarse obedeciendo las reglas formuladas por los padres, se promueve
el proceso de expiación, ya que el adolescente tiene que negociar el precio de pertenecer
al sistema familiar cumpliendo las normas acordadas.
Centro de
Psicología María Jesús Suárez Duque
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