La TCC
implica:
1. Identificar
las pautas de pensamiento y conducta que contribuyen a la ansiedad y otros sentimientos
negativos de las personas
2. Aprender
nuevas formas de pensar y comportarse que ayuden a gestionar más adecuadamente
la ansiedad.
El miedo es una
emoción básica que, en el caso de los seres humanos, se ve parcialmente controlada
por una región cerebral llamada sistema límbico, que compartimos con
animales mucho menos «evolucionados» que nosotros e incluye algunas de las
estructuras más profundas y primitivas del cerebro. Existen razones para
suponer que la emoción del miedo está presente en la mayoría –sino en todas–
las especies animales. Casi todos los organismos evidencian, cuando se
enfrentan al peligro, pautas concretas de conducta que a menudo incluyen formas
de agresión o huida. Es por ello que los intensos sentimientos que
experimentamos cuando nos enfrentamos a un peligro inminente se agrupan bajo el
nombre de respuesta de «lucha o huida».
La ansiedad es un sentimiento
de amenaza o aprehensión orientado hacia el futuro, que va asociado a la
sensación de que las cosas son incontrolables e impredecibles. La
ansiedad es una sensación desagradable que se presenta cuando la persona cree
en la posibilidad de que, en el futuro, aparezca un acontecimiento negativo
ante el que no puede hacer absolutamente nada.
Las
personas ansiosas tienden a pensar demasiado en el peligro. Esta tendencia a
pensar en acontecimientos negativos futuros se denomina preocupación.
La ansiedad también está asociada a sensaciones físicas incómodas como el arousal
(sudor o intensificación del pulso cardíaco, por ejemplo), la tensión (como
la tensión muscular, por ejemplo) y el dolor (como, por ejemplo, el dolor de
cabeza).
Aunque
no exista la menor duda de que, cuando la ansiedad es demasiado intensa, puede
llegar a interferir con el desempeño, una tasa de ansiedad de leve a moderada
puede resultar sumamente útil. Si nunca se ha sentido ligeramente ansioso ante
ninguna circunstancia, probablemente no haga las cosas que tiene que hacer. Es
la ansiedad en parte, pues, la que nos motiva a protegernos de posibles
amenazas, esforzarnos y prepararnos para superar los retos.
El
miedo, a diferencia de la ansiedad, es una emoción básica que aparece cuando el
individuo se enfrenta a un peligro inminente, real o imaginario. El miedo
conduce a una intensa reacción de alarma fisiológica cuyo único objetivo
consiste en alejar a la persona lo antes posible del peligro. Cuando la gente
tiene miedo, su
cuerpo entra en un
estado de sobreexcitación para garantizarse un escape rápido y exitoso. El
aumento de la tasa del latido cardíaco y de la presión sanguínea permite
transferir más sangre a los grandes músculos; la intensificación de la
respiración mejora el flujo de oxígeno a través del cuerpo y el sudor lo enfría
para garantizar así una conducta más eficaz. Todos los síntomas de arousal y
miedo están orientados a facilitar el escape y maximizar las posibilidades de
supervivencia.
El ataque de pánico es el
término clínico habitualmente utilizado para describir la experiencia de un
miedo intenso que tiene lugar en ausencia de un peligro real. El ataque de
pánico puede verse desencadenado por una situación concreta temida por la
persona (como, por ejemplo, hablar en público, hallarse en un lugar elevado o
ver una serpiente) o en ausencia, a veces, de todo desencadenante evidente.
En
resumen, el miedo es una reacción emocional ante un peligro inmediato, mientras
que la ansiedad es un estado de aprehensión acerca de una amenaza futura.
Preocuparse por la presentación que uno debe llevar a cabo dentro de una semana
es un reflejo de la ansiedad, mientras que experimentar una subida de adrenalina
en medio de una presentación es un ejemplo de miedo.
Conviene
tener, pues, bien presentes los siguientes puntos:
1. La
ansiedad y el miedo son emociones normales que, en alguna que otra ocasión,
todo el mundo experimenta.
2. La
ansiedad y el miedo se hallan temporalmente circunscritas y, aunque a veces uno
crea que serán eternas, siempre acaban desapareciendo.
3. La
ansiedad y el miedo cumplen con la función de prepararnos para futuras amenazas
y protegernos del peligro.
Nuestro
objetivo, en consecuencia, no debe apuntar a desembarazarnos de todos los
miedos y ansiedades sino a reducir, muy al contrario, la tasa de ansiedad a
niveles que dejen de interferir con nuestra vida.
Bibliografía
Antony, M., & Swinson, R. P. (2014). Manual
práctico para el tratamiento de la timidez y la ansiedad. Bilbao: Desclée
de Brouwer, S.A.
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