Lo
primero es saber con quién se está, dónde se encuentra uno en la singladura de
la relación, cuál es la gravedad de la situación, el nivel de tolerancia o las
líneas rojas que no se deben traspasar y cuándo se debe buscar ayuda. Se
analizan serenamente las circunstancias presentes y cómo se ha llegado a ellas.
Puede
suceder que los celos no alcancen una gravedad o una intensidad que llegue a
hacer imposible la vida de pareja. Puede tratarse sólo de una molestia o un
fastidio que, aunque afecte seriamente a la relación, sólo la ponga a prueba de
cuando en cuando. Se trataría de situaciones sin gravedad y tolerables, en las
que la decisión fácil es tratarlo con la pareja e intentar adaptarse y llevar
adelante como sea la relación. En ese caso, el cariño puede volver a brillar
como antes y la relación renace fortalecida. Cuando surgen conductas de celos,
hay que hablar y aclararlas.
En el límite, en la línea roja, estos
comportamientos afectan seriamente a la vida de pareja, todo se organiza
alrededor de los celos y las discusiones sobre el tema son continuas. Se deben
valorar los costes personales, profesionales o de otro tipo de sus exigencias y
negarse a ellas si no se consideran apropiadas. Si el diálogo y la reflexión no
consiguen atenuar las cosas o cambiarlas, es el momento de proponer a la pareja
acudir a un profesional para que ayude a resolver la situación. Es frecuente
que el celoso acuda a la consulta obligado por su pareja bajo la amenaza de
romper la relación. Antes de llegar a ese extremo deben probarse otras
alternativas más amistosas y consensuadas. Es mejor convencer basándose en las
ventajas derivadas de superar las situaciones de malestar y sufrimiento que
experimenta, antes que recurrir a la coacción o al chantaje emocional. El enfoque
es más positivo, ya que el énfasis de los argumentos descansa más en los inconvenientes
de sus emociones negativas y en los beneficios que se pueden obtener.
Si vive con un
celoso, recuerde que:
a) Es una persona con miedo, que se siente amenazada y, en algunas
ocasiones, herida.
b) Es alguien excesivamente sensible hacia todo lo que remotamente se puede
interpretar como una amenaza a la relación.
c) Es importante crear un ambiente de
tranquilidad, que le dé seguridad y confianza, hablando y aclarando los temas y
sucesos cuando sea razonable o necesario
d) Manifieste siempre sus sentimientos
cuando le pregunte cómo se encuentra. Si le molestan los celos de su pareja, debe
decirlo, hacerle ver lo irrazonable y absurdo de su posición y quejarse del
daño y sufrimiento que a usted le provocan. Todo ello de la manera más cercana,
cortés y respetuosa, pero firme. Una táctica que algunos utilizan es poner
ejemplos de personas conocidas de ambos que muestren celos excesivos. Al
referirse a terceros se subraya su carácter celoso como infundado y excesivo.
Por ejemplo: «¿Sabes que el marido de Ana es muy celoso? No la deja ir sola al
supermercado. ¿Habrá un tío más raro?» o «Antonio es celoso hasta decir basta.
No le deja a su mujer ni el menor escote. Va vestida como una monja. ¿Cómo se
puede ser así en estos tiempos? No sé cómo ella lo aguanta». Una estrategia de
este estilo, reiterada, pero sin agobiar ni cansar y variando los protagonistas
y las conductas de los ejemplos, puede ser eficaz en muchos casos.
e) Igualmente, el celoso anticipa y
padece un dolor psicológico que puede ser más o menos intenso. En
algunos casos puede llegar a ser equiparable o superior al dolor físico más
atroz. Como persona herida, se defiende y puede atacar. Por ello, el trato que
se le da debe ser cuidadoso, dirigido a atenuar sus males y a que no se cause
daño ni a sí mismo ni a nadie. Pero esto no quiere decir que sus ideas y sus
comportamientos se acepten como tales. Se le debe decir claramente, y con el
mayor respeto y cariño, cuáles de sus ideas, actitudes y actos son inaceptables
y por qué se piensa que es así. Nunca se debe asumir la responsabilidad de los
celos no motivados del otro. No hay que pagar los platos que rompe con su
comportamiento exagerado e irracional. La conducta debe ser la que se corresponde
con los deseos, circunstancias, limitaciones e historia personal de cada cual. Esto
quiere decir, por ejemplo, no privarse de saludar ni de hablar con nadie, ni
cambiar de aficiones, estudios u horizonte profesional sólo por el hecho de que
la otra persona abrigue celos infundados. Uno debe vivir su propia vida, no la
de otro. Se trata de convivir, es decir, de vivir con otra persona; de
recorrer juntos el camino de la vida, no de someterse a sus manías y
exigencias. Todos tenemos derecho tanto a nuestro espacio íntimo en el día
a día como a intentar llevar adelante nuestro proyecto de vida personal en
todos los ámbitos que podamos. A primera vista, puede parecer contraproducente
no inhibirse delante de la pareja. Por ejemplo, al escuchar un comentario
elogioso sobre un posible rival amoroso, el celoso se inquietará y pensará: «Si
esto lo hace delante de mí, ¿qué no será capaz de hacer a mis espaldas?». Pero
es esencial no esconderse y que la libertad de uno no se vea coartada. Si se
cede desde el primer momento o incluso en los asuntos aparentemente más
sencillos, y sin ninguna otra motivación, se refuerza la conducta controladora
de la persona celosa y se le da pie a que exija más.
Un
primer objetivo es que el amante celoso se sienta seguro, mostrando lo bien que
se está juntos, sin dar explicaciones de todo lo que se hace. Por cautela y
para evitar problemas, discusiones o escenas de celos, puede surgir la duda de
si es conveniente, en un momento dado, no decir algo que pueda alarmar o
suscitar una avalancha de preguntas directas o de pesquisas más o menos
sutiles. Se miente o se oculta información en este caso para no generar
desconfianza, para no empeorar la relación y para no generar problemas. Para
ahorrar explicaciones y no tener que generar excusas y más excusas. Pero sólo
debe hacerse de forma ocasional, pues si se prolonga este comportamiento
sigiloso se puede llegar a situaciones insostenibles, a molestias no manifestadas
o enfados y, sobre todo, a un estado crónico de desconfianza y ocultación de información.
Además, cuanta más información se oculta, más probabilidades hay de que la
descubra y, por tanto, de que empeore la relación. Por eso, en caso de duda es
mejor hablar.
Hay que
decir que hablar las cosas es la mejor manera de abordar las situaciones difíciles,
pero no es una fórmula mágica que lo resuelva todo. En algunos momentos puede
que no solucione nada. Sólo debería hacerse cuando se puede razonar, por lo que
no merece la pena intentarlo en estados de gran agitación. Siempre puede servir
para desahogarse, decir lo que uno piensa y siente; también para saber qué
experimenta y opina la otra persona y para intentar, al menos, aclarar o
resolver algún aspecto concreto del problema. Dicho esto, hablar las cosas y
aclararlas permite no caer en sus trampas y chantajes emocionales, que
suelen llevar a escenas de celos y fuertes discusiones. Se puede recurrir a sus
propios argumentos, con expresiones del tipo: «Si tanto me quieres, por qué no
confías en mí». Si sale a la luz una situación que pueda ser objeto de
sospechas o de discusión, conviene aclararla en todos sus extremos. Igualmente,
es conveniente no dar celos intencionadamente ni reprochárselos, esto es, no
hay que «picar» al celoso. Por otro lado, un chantaje emocional continuado es
intolerable. Quien lo utiliza continuamente o lleva la presión al límite para
conseguir algo, por ejemplo, con expresiones del tipo «si me quieres de
verdad», simplemente no quiere a su pareja. Sólo se ama a sí mismo. Se debe
evitar el reproche continuo. No hay que echarle en cara a la otra persona que todo
lo que le ocurre es por culpa de sus celos, sino hacer todo lo posible por
ganar y generar su confianza. Se la quiere porque posee muchos otros valores y
es en ellos en los que hay que concentrarse, así como en los buenos momentos
que se pasan y se han pasado juntos y en los proyectos en común para el futuro.
Se trata de una labor de todos los días, durante mucho tiempo.
Unos
celos exagerados, de tipo neurótico, se irradiarán y extenderán a toda la
relación y pueden convertirla en una tortura y hacerla inviable. Si ése es el
caso, es también el momento de buscar ayuda profesional. Muchas personas agobiadas
por los celos sin motivos de sus parejas obligan a buscar ayuda profesional bajo
la amenaza de romper definitivamente. Pero antes de llegar a palabras mayores
hay que intentar resolver la situación a través del diálogo. Más graves aún son
los casos de celos manipuladores y delirios de celos. Llega el momento de
buscar rápidamente ayuda profesional o de poner fin a la relación en las mejores
condiciones posibles. Lo más importante es calibrar sus reacciones e intentar anticipar
cuándo puede haber un peligro. Las señales de alarma son variadas. Entre ellas
se encuentran:
·
Expresiones
que revelen preocupación excesiva causada por indicios sin base o por el
interés que se pudiera albergar hacia otras personas («Te quiero sólo para
mí»).
·
Preguntas
insistentes acerca de personas con las que se habla: «¿Quiénes son esos amigos?»,
«¿De qué lo conoces?», «¿Cómo es que te lo has encontrado?», y acerca de
detalles de la conversación o conversaciones mantenidas: «¿De qué habéis hablado»,
«No entiendo por qué tienes que hablar con él», «¿De qué tienes que
·
hablar
tú con ella?».
·
Inseguridad
excesiva. Susceptibilidad, no acepta sugerencias ni críticas constructivas.
·
Desconfianza.
Preguntas reiteradas sobre idas y venidas. Pone en duda sistemáticamente las
respuestas.
·
Exceso
de críticas. Todo le parece mal. Da consejos acerca de cómo vestirse o maquillarse
y se enfada si no se le hace caso.
·
Control
y supervisión de horarios, actividades o desplazamientos.
·
Expresiones
que buscan minusvalorar o humillar: «Eres una ingenua, confías mucho en la
gente, te pueden engañar». Deja mal a la pareja delante de conocidos, amigos,
familiares o compañeros de estudios o trabajo.
·
Limitación
de actividades sociales, en especial de contactos con la familia y amigos («No
me gusta que salgas sola con tus amigas»). Conductas de retención con
·
amenazas
y coacciones.
·
Escenas
de celos.
·
Irritabilidad
y reacciones agresivas. Hace comentarios desfavorables que van creciendo en
agresividad y frecuencia, dirigidos a múltiples facetas de la víctima, desde su
comportamiento general o particular hasta el aspecto físico. También ataca,
rebaja y denigra a cualquier posible rival.
Estos
comportamientos pueden manifestarse con diferentes grados de intromisión en la
vida privada. Desde la pregunta con aspecto inocente, como quien no quiere la
cosa, incluso con cierto aire de indiferencia, hasta el interrogatorio duro en
tono despectivo o amenazante. De entre las señales de alarma destaca la pauta
continuada de los celos posesivos y manipuladores: intentar limitar la vida y
las opciones de su pareja de forma sutil o abierta. Esto se detecta cuando
muchas actuaciones manifiestan la intención de que la persona amada haga lo que
el celoso diga, y el no hacerlo va acompañado de la amenaza, la coacción o la
agresión.
Si sospecha que puede haber una agresión:
·
Conózcalo
bien.
·
Conozca
su entorno, sus amistades, los amigos de sus amigos.
·
Haga
tareas de inteligencia con discreción. Recoja datos e información relativa a costumbres,
hábitos y aficiones; y sobre parejas anteriores, por ejemplo, el motivo de la
ruptura o rupturas.
·
Sea
prudente en sus comentarios. Sepa bien qué es lo que puede desencadenar una escena
de celos o un ataque verbal o físico.
·
Detecte
las señales de peligro, sus antecedentes: qué hizo, cuándo, a quién (antiguas novias
o parejas).
·
Anticípese.
Esté preparada para el peor escenario: cómo defenderse, cómo pedir ayuda y cómo
huir. Tenga a mano los teléfonos de emergencia y de asistencia a mujeres
maltratadas.
·
Es
muy importante saber cómo se comporta bajo los efectos del alcohol y otras sustancias,
como la cocaína. Como se ha visto, el alcohol puede contribuir a desencadenar
una agresión.
·
La
separación aumenta el peligro de agresión física. Hágase a la idea no sólo de
que la relación no ha terminado, sino de que el riesgo es aún mayor. No baje la
guardia y tome medidas de protección suficientes.
·
Ante
la amenaza de agresión o ante la agresión real, por leve que sea, se debe
cortar de inmediato con la pareja. En España existen un teléfono de atención a
la mujer
·
maltratada,
016, y servicios de asesoramiento completos (psicólogos, psiquiatras, asistentes
sociales, abogados) ofertados por entidades públicas y organizaciones privadas.
No dude en seguir las indicaciones de protección que se le indiquen.
·
La
agresión verbal, en forma de insultos o amenazas, debe atajarse de inmediato y
se debe reclamar respeto. Si no se detiene y se repite, es el aviso de una
futura agresión física o de un trato denigrante que no se debe consentir.
Centro de
Psicología María Jesús Suárez Duque
C/ Tunte,6
Vecindario (Frente al Centro Comercial Atlántico, a la derecha de la oficina de
correos)
Pedir cita:
630723090
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