1. Alguien
en tu familia fue extremadamente crítico, exigente o te castigaba.
Repetidamente te criticaron o castigaron por la forma en que te mostrabas, te
comportabas o decías.
2. Tus
padres te hicieron sentir que no eras tal como ellos querían
3. Uno de
tus padres, o los dos, te rechazaron o no te quisieron
4. Un
miembro de tu familia abusó sexual, física o emocionalmente de ti
5. Te
culparon siempre de las cosas que iban mal en tu familia.
6. Tu
padre te dijo repetidamente que eras malo, inútil o que no servías para nada
7. Te
compararon desfavorablemente con tus hermanos o hermanas, o ellos eran los
preferidos
8. Uno de
tus padres se marchó de casa y te culpaste por ello
La imperfección surge de no sentirse querido o de no sentirse respetado como niño.
Fuiste repetidamente rechazado o
criticado por alguno de los padres.
La imperfección es un sentimiento global de no merecer amor. Te sentiste con tactos
defectos o tan poca cosa, que tus padres no podían quererte o valorarte por la
forma como eras. Casi creíste que hacían bien en criticarte, devaluarte,
rechazarte o no darte amor. Sentiste que no lo merecías. De niño te culpabas a ti mismo, todo ocurría porque
tú eras un inútil, poca cosa, imperfecto y con muchos defectos. Por esta
razón no te sentiste enfadado por la manera en que te trataron. En cambio, te sentiste avergonzado y triste. Por
ejemplo, el punto de vista desfavorable que tiene un padre sobre su hija, lo
convierte en su propio punto de vista. Interioriza la voz crítica de su padre.
Esta voz es al que en su cabeza le critica, le castiga y le rechaza
constantemente. La vergüenza domina su infancia. Cada vez que se descubren sus
defectos, se siente avergonzado. Esta vergüenza se mantiene en su interior e
incide en su forma de ser.
Un padre o madre puede ser frío y rechazar a su hijo porque
probablemente tenga la trampa vital de imperfección. De esta manera, afronta su
trampa contraatacando. Se siente mejor si desprecia a su hijo y le hace sentir
que no es el único imperfecto. El hijo es una cabeza de turco. Quizás ve en su
hijo el reflejo de su propia imperfección. Muchas veces parece que los padres
tienen imperfecciones que transmiten a sus hijos. De este modo la trampa vital
pasa de generación en generación.
Los padres que crecen con la trampa de la imperfección
normalmente tienen la tendencia de castigar y criticar. De hecho, podían haber
recibido malos tratos físicos, emocionales o abusos sexuales. La imperfección y el abuso a menudo van de
la mano. Aunque es posible que un niño maltratado sienta que es injusto, se
enfade y se considere sin defectos, éste es un caso raro. Con mucha frecuencia, el niño acepta la responsabilidad, se siente
culpable y se avergüenza.
Muchos niños encuentran alguna manera de esconder sus
sentimientos de imperfección. Justamente en este punto la trampa vital empieza
a mezclarse con la grandiosidad y con las normas inalcanzables. La crítica ha
sido el principal estilo de educación que han recibido y que además les
hicieron sentirse inútiles; lo compensan intentando ser superiores en alguna
área. Para ello, se fijan objetivos muy altos y luchan para conseguir el éxito
y una cierta posición social. Se comporta con arrogancia y superioridad e
intentan aliviar el sentimiento interno de inutilidad con el dinero y el
reconocimiento de los demás.
Por ejemplo, un hombre de negocios importante puede triunfar
a nivel económico y social, sin embargo, los sentimientos de imperfección no
cambian, continúan en su interior. Siempre tendrá la sensación de que todo
puede hundirse. Justo ahí es donde radica la fragilidad de su narcisismo. La
persona que aparenta ser podría derrumbarse súbitamente, desenmascarando al ser
inútil que creía que estaba en su interior. Sus padres fueron siempre críticos
y exigentes con él. No obstante, lo más doloroso es que éstos adoraban a su
hermano mayor. La humillación fue un tema muy importante en su infancia. Una y
otra vez, sus defectos fueron ridiculizados. Aprendió a esconder sus verdaderos
pensamientos y sentimientos. Su verdadera forma de ser se convirtió en un
secreto, sólo lo conocía él. De este modo se sentía menos vulnerable. Así podía
mantener un sentimiento de orgullo, ya que era muy peligroso mostrarse tal como
era. Todo lo que ofrecía se encontraba con un ojo critico y si se mostraba tal
como era significaba un riesgo que implicaba la peor vergüenza: que los demás vean
que lo que desea es amor.
Se paga un precio muy caro por enterrar nuestra verdadera
forma de ser. Es una gran pérdida, como una muerte. La espontaneidad, el juego,
la confianza y la intimidad se pierden y se sustituyen por una armadura cerrada
para vigilar. La persona construye una falsa forma de ser. Esta identidad es
más fuerte y se hiere con menos facilidad. Pero no importa cómo seas de fuerte
en el exterior, en lo más profundo de tu interior hay dolor por la pérdida de
tu verdadera forma de ser.
La ventaja de construir este armazón que te protege es que
algunas veces te sientes mejor en la vida cotidiana. Superficialmente parece
que lo estás haciendo bien, pero es sólo una ilusión. En el interior todavía te
sientes imperfecto y poco querido. Con este armazón nunca te enfrentas con el
problema central. Tu auténtica forma de ser se mantiene escondida en tu
interior y así no puedes curarte. Tienes que dejar de aceptar la ilusión y
empezar a descubrir tu propia realidad.
Es muy importante darse cuenta de que la imperfección como
trampa vital normalmente no se basa en un defecto real. El factor crucial no es
la presencia de un defecto, es más bien cómo te han hecho sentir tus padres y
los otros miembros de la familia. Si fuiste querido, valorado y respetado por
los miembros de tu familia, sin tener en cuenta las actuales capacidades y
debilidades, es casi seguro que no te sentirás inútil, avergonzado o
imperfecto.
Es frecuente que la imperfección se forme a través de las
comparaciones con los hermanos preferidos de los padres. En algunas ocasiones,
los hermanos mayores fomentan la trampa vital.
Centro de
Psicología María Jesús Suárez Duque
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