Psicóloga infantil, adolescentes, adultos y mayores
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Las emociones negativas no llegan en estado puro casi nunca.
De hecho, la ansiedad y la depresión suelen ir juntas. Sin embargo, estos
sentimientos son muy distintos el uno del otro.
La ansiedad es consecuencia de la percepción de peligro. Usted no se puede sentir angustiado si no se dice a sí mismo que va a pasar algo terrible. Por ejemplo, si tiene miedo a las alturas y va caminando por un sendero de montaña al borde del abismo, es probable que lo atenace el pánico porque usted piensa que puede resbalar y caerse en cualquier momento.
Por el contrario, cuando está deprimido, tiene la sensación de que la tragedia ha sucedido ya. Le parece que ya se caído por el precipicio y que yace al fondo del abismo, destrozado irreparablemente. Se siente triste, desmoralizado y decaído. Se dice a sí mismo que no vale nada, que es un fracasado o que no es todo lo bueno que debería ser. Pierde interés por la vida y por las demás personas, y las actividades que le agradaban en otros tiempos ahora no le llenan. Ya nada le emociona. Se siente abrumado y parece que la vida es una larga postergación. Lo peor es la desesperanza. Siente que las cosas no cambiarán nunca y cree que será desgraciado para siempre. Si está deprimido, es casi seguro que se sentirá angustiado.
Y si está luchando contra la ansiedad, es posible que también se sienta deprimido.
¿A qué se debe esto?
Los científicos no saben con
seguridad por qué van juntas la depresión y la ansiedad, pero existen cuatro
teorías alternativas:
Según la primera teoría,
la mayoría de las personas no son capaces de distinguir entre los diversos
tipos de emociones. Lo único que saben es que se sienten trastornadas. A
modo de analogía, las personas que viven en el desierto tienen sólo una palabra
para designar la nieve, pues sólo la ven muy rara vez. Los esquimales, por su
parte, tienen muchas palabras para designar la nieve porque la ven
constantemente y necesitan un vocabulario más refinado para describir los
diversos tipos de nieve que encuentran.
Según la segunda teoría, la depresión conduce a la ansiedad.
Por ejemplo, si ha estado deprimido, puede preocuparse por el hecho de sentirse
anormal, inferior y desmotivado. Puede temer que la depresión obstaculice su
trabajo o su vida personal, que no alcanzará nunca sus metas en la vida y que
no volverá a sentirse feliz jamás.
Según la tercera teoría, la ansiedad conduce a la depresión.
No cabe duda de que la ansiedad, la timidez, las preocupaciones, las fobias y
los ataques de pánico pueden obstaculizar su trabajo y su vida personal, sobre
todo cuando la ansiedad es grave. Esto puede resultar desmoralizador y
deprimente. Algunas personas han padecido ansiedad durante años, e incluso
durante décadas, a pesar de seguir tratamientos con medicamentos y con
psicoterapia. Con el tiempo, empiezan a sentirse desmoralizadas y deprimidas
porque nada les ha servido. La vergüenza también es un rasgo fundamental
de la ansiedad. Puede que usted intente ocultar sus síntomas de inseguridad
o de pánico, creyendo que las demás personas lo despreciarían o lo tomarían por
una persona rara si supieran cómo se siente por dentro en realidad. Los
sentimientos de aislamiento y de deficiencia pueden desencadenar fácilmente la
depresión porque dificultan mucho la conexión cálida y abierta con los demás.
La última teoría sobre la ansiedad y la depresión se llama «teoría de la
causa común». Según ésta, la ansiedad y la depresión comparten al menos una
causa común, además de sus propias causas. Dicho de otro modo, puede haber
algo en el cerebro que desencadena al mismo tiempo diversos tipos de emociones,
tales como la ansiedad y la depresión. A mí esta teoría me parece lógica.
La mayoría de mis pacientes tienen muchos sentimientos negativos al mismo
tiempo, tales como depresión, culpa, desesperanza, ansiedad, ira y frustración.
Psicóloga en Vecindario
María Jesús Suárez Duque
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