¿QUÉ ES EL TRASTORNO
OBSESIVO COMPULSIVO?
Las
personas que padecen un trastorno obsesivo compulsivo. Se debaten con una alteración
neurobiológica que llena sus mentes de pensamientos no deseados y les amenaza
con sufrir un desastre si no efectúan ciertos rituales repetitivos
y
carentes de sentido. No
son un grupo extraño. Aproximadamente uno de cada cuarenta individuos lo
padecen.
El
trastorno obsesivo compulsivo se caracteriza por las obsesiones y/o
compulsiones que consumen tiempo, son estresantes y/o interfieren con las
rutinas, las relaciones interpersonales o el funcionamiento cotidiano.
Las obsesiones constituyen impulsos,
ideas, imágenes o pensamientos persistentes que se introducen en la mente de la
persona y
provocan
una preocupación o ansiedad excesivas.
Las compulsiones
conforman actos o conductas repetitivos que se ejecutan como respuesta a
las obsesiones para aliviar o evitar la preocupación y/o ansiedad.
Con
frecuencia pretenden impedir o evitar mágicamente algún acontecimiento temido
tal como la muerte, la enfermedad o algún
infortunio
percibido.
El
trastorno obsesivo compulsivo presenta múltiples caras, pero el estilo y el
modo de los pensamientos y conductas que presentan los
individuos
en este desorden son destacada e inconfundiblemente consistentes.
TIPOS
BÁSICOS DE TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO
Los comprobadores viven con la
sensación, exagerada e irracional, de ser responsables de los posibles daños
y catástrofes que pueden
acontecerles
a los demás como
resultado de sus comprobaciones “imperfectas”. Se sienten impelidos a comprobar
repetidamente objetos tales como puertas, cerraduras y a apagar los
dispositivos domésticos para asegurarse que han evitado los posibles desastres
que pudieran haber acontecido en caso de que no se hubiera efectuado la
comprobación.
Los que se lavan y
los que limpian padecen
obsesiones sobre una posible contaminación por suciedad, gérmenes, virus o
substancias
extrañas. Viven con el temor constante de sufrir
algún daño o de causar un perjuicio a los demás debido a la acción de tales
agentes contaminantes.
Los que ordenan creen que deben organizar ciertos
objetos de un modo determinado, exacto o “perfecto”. Llegan a sentirse
extremadamente
tensos
si aquellos son movidos, tocados u ordenados de un modo distinto.
Los obsesivos puros experimentan pensamientos e imágenes
involuntarios, intrusos y horrendos en los que causan daño a los demás.
En
vez de
implicarse en rituales conductuales, pueden dedicarse a pensamientos repetitivos,
tales como contar, rezar o repetir ciertas palabras,
para
contrarrestar sus pensamientos generadores de ansiedad. También pueden revisar
mentalmente, y de modo obsesivo, las situaciones
para
protegerse ante la duda y reducir la ansiedad.
Los acumuladores recolectan objetos insignificantes y
padecen dificultades para deshacerse de cosas que la mayoría de la gente
consideraría
“porquerías”.
La gente con
escrupulosidad obsesiva se
centra en cuestiones religiosas o morales. Sus compulsiones pueden implicar la
oración y la
búsqueda
de confirmación de los demás en lo referente a su “pureza” moral.
Muchas
personas pueden identificarse, hasta cierto punto, con todas estas formas de
trastorno obsesivo compulsivo. ¿Quién no ha comprobado una segunda vez si la
cerradura se encuentra cerrada? La valiosa y empolvada colección de periódicos
viejos de alguien puede
que no
sea sino una “porquería” a los ojos de otra persona. Sin embargo, cuando la
conducta interfiere significativamente con la vida cotidiana, el problema
podría ser un trastorno obsesivo compulsivo.
Quizás
usted padezca algunos de los síntomas descritos con anterioridad, pero no
interfieran significativamente con su vida.
Es
habitual que las personas que padecen un trastorno obsesivo compulsivo
presenten una serie de síntomas. Por ejemplo, Cherry Pedrick experimenta
problemas con las comprobaciones, los rituales mentales y el lavado de manos.
Muchas personas con trastorno obsesivo
compulsivo
padecen un síntoma predominante durante años, tan sólo logran que desaparezca
uno y comience otro. Por ejemplo, alguien
que ha
sido un limpiador compulsivo durante años puede perder el temor a la suciedad y
convertirse en un comprobador. O al revés. No
existe
un patrón típico.
Ejemplos de historias
de personas con TOC
a)
La historia de
Cherry: “Y si...?” –una compañía no deseada
Mi
conflicto con el trastorno obsesivo compulsivo comenzó con el temor de que no
había cerrado la puerta al salir de casa. Después de
un
tiempo, mi necesidad de comprobarla y mi preocupación se incrementó hasta que
invadía toda mi vida. Regresaba a casa para verificar
la
cerradura, la cafetera o la cocina. Cuando estaba lejos de casa, con frecuencia
me detenía en lo que estaba haciendo y volvía a mi coche para comprobar que el
freno de mano estaba puesto y la puerta cerrada.
Las
situaciones hipotéticas de “¿y si...?” se convirtieron en una compañía
constante. “¿Y si había dejado abierta la puerta del coche, se
metía un
niño y se hacía daño?”. “¿Y si no había puesto el freno y el coche se ponía en
marcha y atropellaba a alguien?”.
Las
obsesiones giraban en torno al temor de que hubiera hecho algo –o lo hubiera
omitido– que podría resultar dañino para los demás.
También
sufría problemas con el lavado de manos cuando preparaba comidas, temiendo que
pudiera contaminarlas.
b)
La historia de Mary
Los
temores obsesivos sobre la posibilidad de enfermarse muy gravemente irrumpieron
en la vida de Mary cuando su hijo mayor contrajo
un virus
que amenazó su vida. Comenzó a evitar la sangre, la suciedad, los gérmenes y
las manchas rojas por miedo a la posibilidad –con independencia de su
improbabilidad– de enfermarse y, por tanto, no ser capaz de cuidar de su hijo.
Sus temores persistieron y empeoraron
durante
cinco años antes de decidirse a ponerse en tratamiento.
Para
entonces se lavaba sus manos aproximadamente cien veces al día y su ritual de
ducha diaria le suponía una hora entera.
Evitaba
pasar cerca de hospitales, clínicas y consultorios médicos porque pensaba que
se encontraban “contaminados”. Ciertas calles también se hallaban fuera de los
límites, calles donde era probable que moraran vagabundos, porque consideraba
que ellos tenían más posibilidad de sufrir heridas abiertas que la gente que
vivía en un hogar.
Ella
evitaba cualquier cosa que presentara una mancha roja porque existía la
posibilidad de que tal elemento pudiera camuflar una mancha
de
sangre.
Mary
sólo se sentía realmente cómoda en ciertas áreas de su propio hogar que
etiquetaba como “seguras y limpias”. Estas secciones se encontraban vetadas
para otros miembros de su familia, en especial para su marido. Como él
trabajaba para una empresa de paquetería y
diariamente
efectuaba entregas a los hospitales locales, ella pensaba que su marido estaba
“contaminado”. Cuando él volvía del trabajo,
debía
ducharse de inmediato y poner su ropa en la lavadora de modo que Mary no
tuviera que tocarla en absoluto.
c)
La historia de
Melody
Aunque
ella no recordaba una época en la que no fuera excesivamente comprobadora,
Melody no consideró su conducta de comprobación
como un
problema hasta que llegó a la Universidad. Se mudó de la casa de sus padres a
un pequeño departamento junto con una compañera. En un primer momento su
compañera estaba agradecida por la preocupación de Melody. Le hacía sentirse
segura el hecho de ver a Melody comprobar la puerta, la cocina y los
electrodomésticos cada noche. Sin embargo, los rituales nocturnos de Melody
fueron prolongándose
progresivamente
y se añadían más y más objetos a su comprobación nocturna.
Su
compañera de habitación se alarmó cuando observó que Melody estaba comprobando
las ventanas que siempre estaban cerradas y que
miraba
la parte de atrás de los armarios y debajo de las camas. Además, todo debía
comprobarse en un cierto orden. Si Melody era interrumpida
o perdía
la concentración, comenzaba de nuevo. A veces reiniciaba la comprobación
simplemente porque “no le pareció bien”.
Melody
también efectuaba copias de su trabajo académico y las guardaba en una caja.
Por las noches comprobaba dichas copias una y otra vez, temerosa de haber
omitido algún punto crucial o de haber escrito algo ofensivo. Telefoneaba a
casa tres o cuatro veces diarias para verificar que sus padres y su hermano
pequeño se encontraban bien. También lo hacía con sus amigos y con aquellos con
quienes se había relacionado durante el día. ¿Había dicho algo equivocado? ¿Habría
enfermado a alguien al toser sin tapar su boca? Pasaba noches enteras revisando
los acontecimientos del día, buscando los errores que pudiera haber cometido y
el modo en el que pudiera haber dañado a alguien.
d)
La historia de
Robert
También
la comprobación constituía un problema para Robert, pero la mayor parte de sus compulsiones
de comprobación guardaban relación
con la
conducción. Una noche vio a un hombre de pie, en la mediana situada entre los
dos carriles. Miró por el retrovisor y observó
al
individuo cruzando rápidamente la carretera tras él. ¿Le había golpeado? Miró
atrás y no le vio en el otro lado de la calle. Robert cambió de sentido en la
siguiente intersección y regresó. Condujo despacio hacia el punto en el que
había contemplado al hombre. Ningún muerto. Podía verlo con sus ojos, pero, con
todo, no se encontraba seguro. Volvió a girar y pasar conduciendo por el lugar.
Una hora
después llegó tarde a su cita y se encontraba dubitativo. Fue a casa y esperó
con angustia las noticias de la televisión. Seguramente
informarían
de un accidente si alguien hubiera resultado herido.
Una
semana después, Robert pasó conduciendo junto a una mujer que iba en bicicleta
por el carril destinado a ello. De nuevo, sintió el temor. ¡Quizás le había
atropellado! Miró por el retrovisor. Todavía seguía allí, pedaleando
tranquilamente, inconsciente de sus miedos.
Pronto
se encontraría mirando detrás y comprobando por su retrovisor siempre que
pasaba junto a algún peatón o ciclista. Adquirió el hábito de ver las noticias
todas las noches a las 11 para comprobar si había existido algún accidente por
las zonas en las que había conducido.
e)
La historia de Ben
De niño,
Ben ordenaba los juguetes de su habitación con sumo cuidado. Los soldados de
juguete se encontraban en una caja. Los puzles tenían su propio lugar en la
estantería. Sus libros se clasificaban en las baldas de acuerdo a su tamaño.
Los bajos a la derecha, los altos a la izquierda. En la escuela, los demás
niños cuchicheaban sobre los rituales de Ben. Colocaba sus libros bajo su silla
en el mismo lugar cada día. Su lapicero siempre estaba afilado y lo situaba en
la parte superior de su pupitre, exactamente en el medio. Ponía una goma en la
esquina superior derecha, no excesivamente cerca del borde. Sus papeles siempre
se encontraban cuidadosamente ordenados en el centro de su mesa.
De
adulto, Ben raramente recibía visitas en su casa. Implicaba demasiado esfuerzo
volver a colocar las cosas en su sitio una vez que los
invitados
se iban. No podía disfrutar de las escasas visitas que efectuaban sus
familiares debido a la ansiedad que experimentaba cuando
algo se
movía de su lugar.
f)
La historia de Jack
La
dificultad de Jack era cruzar el umbral de las puertas. Si le venía un “mala”
premonición o “sentía que algo no iba bien”, debía volver y atravesar de nuevo
la puerta. Cuando pasaba por una puerta, se veía obligado a tocar el lado
derecho, después el izquierdo y luego la parte
superior.
Si se sentía bien, pasaba por ella. En caso contrario, retrocedía un paso,
luego avanzaba y repetía el ritual de los toques.
Sentarse
o levantarse de una silla también implicaba un ritual. Primero, Jack tocaba el
suelo, después ambos lados de la silla y finalmente se
levantaba.
Escribir le exigía mucho esfuerzo y tiempo. Tenía que volver a trazar cada
letra dos veces. Consecuentemente, a Jack todo le llevaba
mucho
más tiempo que a la mayoría de las personas. Ponía su despertador a las tres de
la madrugada para poder salir de casa a las siete. Cada
paso en
la tarea de vestirse y arreglarse debía hacerse “perfectamente”.
g)
La historia de Mark
La culpa
le atormentaba a Mark constantemente. Rezaba cuando le venían “malos
pensamientos”, generalmente de naturaleza blasfema o
sexual.
Pero la oración debía ser perfecta o, de lo contrario, no servía.
Por lo
tanto, los rezos debían repetirse una y otra vez hasta que pareciesen “correctos”.
Era particularmente doloroso para Mark que los pensamientos negativos
invadieran su mente casi siempre que se encontraba en la iglesia. Debido a
ello, se sentía tentado a no ir más a
misa y
abandonar por completo su fe en Dios. Pero también temía que si dejaba la
iglesia se sentiría incluso más culpable.
h)
La historia de Liz
“La
basura de una persona es un tesoro para otra”. Durante años Liz justificó su
acumulación de objetos repitiéndose esa frase. Pero la
mayor
parte de los elementos acumulados en las cajas que se amontonaban en su
apartamento no constituían tesoro alguno. Con el tiempo,
las
cajas se convirtieron en una molestia. Liz trató de resolver el problema mudándose.
Puso las cajas en un almacén y volvió a empezar, pero su nuevo departamento
rápidamente se llenó también de cajas.
Liz
guardaba los periódicos, revistas, recibos y correspondencia, incluso la
propaganda y catálogos que recibía en su buzón. No estaba segura de por qué
razón lo hacía. Pero la idea de tirar algo le hacía sentirse
extremadamente
ansiosa.
i)
La historia de Ann
Mientras
preparaba la comida para su hija de dos años, Ann agarró el cuchillo para
cortar tomate. De repente, e inesperadamente, surgió
en su
mente la idea de clavarle el cuchillo a su hija. Horrorizada por tal pensamiento,
se sintió abrumada por un sentimiento de culpa muy
intenso.
El pensamiento volvió a aparecer al día siguiente, cuando se encontraba, de
nuevo, en la cocina. Esa noche, mientras bañaba a su
hija,
surgió en su cabeza la idea de “¿Qué sucedería si ahogo a mi hija?”.
Nuevamente, tal pensamiento le trastornó profundamente.
Durante
los siguientes días pensó una y otra vez, ¡Debo de ser una madre horrible
para pensar cosas tan terroríficas! ¡Mejor que haga lo que sea
para
detener esos pensamientos! Con
el fin de mantenerse alejada de tales ideas, se distrajo repitiéndose Soy
una buena madre y nunca haría eso.
Pero,
con todo, los pensamientos se repetían y cada vez con más fuerza. Siempre que
se encontraba a solas con su hija se sentía ansiosa.
Comenzó
a evitar tocar cuchillos o cualquier objeto afilado en presencia de su pequeña
hija. Se aseguró de que su madre (quien ignoraba todo sobre sus pensamientos de
distress) estuviera presente cuando bañaba a su hija.
j)
La historia de Ron
Los
pensamientos involuntarios también atormentaban a Ron. En su mente se
desarrollaban de continuo ciertas escenas como si se tratase
de una
película interminable. Éstas le asustaban porque temía que se pudieran
convertir en realidad. Dañaba a alguien, generalmente a
su
esposa. Él sabía que no maltrataría a su mujer, de modo que ¿por qué inundaban
su mente los pensamientos de dañarle? Podía encontrarse
disfrutando
de una película o de una comida y los pensamientos irrumpían en su mente.
Cuando los pensamientos no le torturabansonaba la música. La melodía sonaba una
y otra vez durante días. E inesperadamente también la melodía cambiaba; otra
música le reemplazaba
y
comenzaba a atormentarle.
Bibliografía
C., P.,
& M., H. B. (2003). Guía práctica del TOC. Pistas para su liberación.
Desclée de Brouwer.
Centro de
Psicología María Jesús Suárez Duque
C/ Tunte,6
Vecindario (Frente al Centro Comercial Atlántico, a la derecha de la oficina de
correos)
Pedir cita:
630723090
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