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Psicologa Vecindario MIEDO: NEUROBIOLOGÍA DEL MIEDO

 


NEUROBIOLOGÍA DEL MIEDO

La mayor fuente de terror en la infancia es la soledad. William James

¿Quién no ha sentido miedo en algún momento de la vida?

En la infancia, miedo a hacer algo que desaprueben nuestros padres; en la adolescencia, miedo a enamorarnos de alguien y no ser correspondidos; en la edad adulta, miedo a no poder desenvolvernos económicamente. Los ejemplos son innumerables. Todos hemos pasado por situaciones en las que hemos sentido miedo por creer que no vamos a estar a la altura de las circunstancias, por sentirnos rechazados, o por ver nuestra vida o la de alguien cercano en peligro.

El miedo es una emoción que compartimos con todos los animales que poseen un sistema nervioso, por rudimentario que sea, y está directamente relacionada con nuestra supervivencia y la de las personas cercanas. Sin duda alguna, gran parte de las patologías que vemos en nuestras consultas tienen su origen en el miedo. Todos los terapeutas nos vemos obligados, en algún momento, a ayudar a los pacientes a enfrentarse a sus miedos.

Para poder realizar un trabajo terapéutico adecuado es fundamental conocer en profundidad los entresijos del miedo y la ansiedad. Los sistemas de acción de alerta y defensa, así como las emociones asociadas a estos – el miedo y el pánico– son característicos de todos los mamíferos, incluidos los humanos (Barg, 2011). Nosotros nos diferenciamos del resto de las especies por poseer unas estructuras corticales (neocórtex) muy desarrolladas que facilitan el lenguaje y permiten la reflexión y el pensamiento. A diferencia de otras especies, podemos tener miedo a situaciones que no son reales sino imaginarias y, más importante aún, muchas de las situaciones que nos provocan más alerta y miedo se basan en las relaciones con otras personas.

La teoría de McLean (1990) describe que la ontogénesis recopila la filogénesis; esto es, a lo largo del desarrollo –desde que somos un feto hasta la edad adulta– nuestro cerebro se va desarrollando por etapas a lo largo de la vida: las mismas por las que ha ido pasando nuestra evolución como especie. Esta relación entre nuestra parte humana y la parte más primitiva y emocional ayuda a entender por qué tenemos miedo a cosas o situaciones que nunca supondrían realmente una amenaza vital. Ningún animal tiene miedo a no pagar sus deudas o a no sentirse querido, solo pueden sentir miedo cuando su vida o la de alguien cercano esté ante un peligro.

En los primeros meses de vida intrauterina, se forman las áreas cerebrales que compartimos con los reptiles: el tronco encefálico o cerebro reptiliano.

En los siguientes meses de embarazo y en los dos primeros años de vida, se desarrolla el sistema límbico o cerebro mamífero. Así denominó McLean al área cerebral que incluye los órganos que él creía relacionados con las emociones. En la actualidad, sabemos que existen más órganos implicados de los que él supuso en un primer momento, pero usaremos este término para referirnos a las zonas cerebrales que regulan las emociones.

La parte evolutiva más reciente –la que nos diferencia de los demás seres vivos– es el neocórtex o cerebro humano, que aparece alrededor de los 2-3 años de vida y no se forma completamente hasta después de la adolescencia.

1.      Tronco encefálico (cerebro reptiliano)

·         Situado en la base del cráneo sobre la columna vertebral.

·         Regula los aspectos fisiológicos fundamentales para la supervivencia como la respiración, la temperatura o la digestión, así como los reflejos de apego más básicos para vincularse a los cuidadores en los primeros meses de vida.

·         El órgano más representativo de esta área es el hipotálamo, que desempeña un papel crucial en el sistema endocrino y el SNA. Este último, a su vez, se divide en dos ramas:

a)      rama simpática que actúa como activador y

b)      rama parasimpática que provoca desactivación.

2.      Sistema límbico (cerebro mamífero).

·         Es el área del cerebro que permite que sintamos emociones como odio o amor, y que nos convierten en animales sociales y empáticos, regulando la comunicación no verbal.

·         El sistema límbico determina nuestro yo emocional (Wallin, 2015).

·         Los órganos que lo forman van a tener muchísima importancia en nuestro trabajo terapéutico. La mayoría de las veces, nuestros pacientes van a sentir que no pueden manejar sus emociones y pensamientos. En mi experiencia, cuando informamos a los pacientes de forma pedagógica cómo funciona su cerebro, empiezan a entender el origen de sus problemas y a recuperar la sensación de control sobre lo que les ocurre.

·         El sistema límbico contiene muchos órganos, pero en relación a la ansiedad y el miedo, nos interesan principalmente la amígdala, el hipocampo, la ínsula y el locus cerúleo.

a)      La amígdala evalúa y registra los recuerdos no conscientes o emocionales (implícitos).

Es el órgano más importante relacionado con el miedo y el apego, y se encuentra completamente formada en el momento del nacimiento.

Está dividida en tres áreas diferenciadas:

o   una conecta con el córtex orbitofrontal y está relacionada con las relaciones interpersonales;

o   otra conecta con el córtex frontal responsable de la cognición y el pensamiento, y

o   una tercera con el hipotálamo, que a su vez regula las funciones corporales (Purves et al., 1996).

Constituye un órgano mediador y regulador de todos los estímulos que percibimos tanto externa como internamente.

Su función es recordar todo aquello que ha resultado peligroso en el pasado para poder enfrentarse a las amenazas de forma más adecuada en el futuro. El problema ocurre cuando se activa en situaciones que en el pasado fueron peligrosas, pero que en la actualidad han dejado de serlo, como por ejemplo en los casos de las fobias o en situaciones que provocan una vergüenza patológica (Ledoux, 2003).

b)     El hipocampo modula la reacción de la amígdala, evitando reacciones indiscriminadas, incontrolables o irascibles; es decir, es un regulador de esta.

Está relacionado con la memoria consciente o explícita (Siegel, 2010).

No aparece hasta los dos años de edad, aproximadamente.

La amígdala no tiene filtro y activa directamente el sistema simpático; en cambio, el hipocampo filtra la información que recibe y activa el sistema parasimpático.

La función del hipocampo consiste en recordar las variables contextuales en las que ocurrió el hecho (lugar, cuándo ocurrió, qué lo desencadenó etc.), pero si la estimulación es excesiva –por ejemplo, porque la situación era muy peligrosa– no va a poder activarse ni regular a la amígdala (Le Doux, 2004). En estos casos es cuando se generaría el trauma, con todas las características que lo acompañan de activación emocional, fobias o amnesias.

c)      La ínsula facilita la introspección y permite que evaluemos nuestros estados corporales y el estado emocional de los demás.

Este órgano está conectado a la amígdala y al córtex orbitofrontal, provocando sensaciones agradables o desagradables frente a diferentes estímulos. Según Damasio (2011), nuestras emociones se sustentan en nuestras sensaciones corporales, por lo que la ínsula es vital a la hora de evaluar cómo percibimos a los demás y cómo sentirnos ante sus reacciones.

Cuando este órgano se encuentra dañado, los individuos no pueden empatizar con las emociones ajenas ya que, al no sentir nada no son capaces de interpretar lo que siente la otra persona (Ammaniti y Gallese, 2014)). Esta información corrobora la importancia de las sensaciones sobre las emociones.

d)     Locus cerúleo o locus coeruleus: Es el órgano que regula la síntesis de la noradrenalina en el cerebro. Este neurotransmisor provoca reacciones de activación en el cerebro.

Estimula a la amígdala para recordar el peligro y al hipocampo para recordar todas las variables contextuales relacionadas con la amenaza.

3.      Neocórtex (cerebro humano).

La parte del cerebro evolutivamente más reciente que compartimos con los primates, aunque en los humanos está mucho más desarrollado.

Está relacionada con el lenguaje, la cultura, el arte, la música, etc., y te permite, por ejemplo, leer este texto (el sistema límbico será el encargado de que lo disfrutes).

Interpreta nuestras experiencias de forma cognitiva: representa el yo reflexivo.

Para que pueda trabajar con normalidad es necesario que la amígdala no esté muy activada. Frente a una amenaza, la amígdala nos impide pensar con claridad y tomar decisiones lúcidas y meditadas.

Es la parte del cerebro que se desarrolla más tarde y, por tanto, no va a ser funcional en los primeros años de vida. Como consecuencia, durante esta etapa, todo el aprendizaje será emocional, es decir, inconsciente.

El neocórtex se encuentra dividido en diferentes áreas con funciones específicas, destacando para nuestro propósito el córtex frontal y el prefrontal.

A)    El córtex frontal es el cerebro ejecutivo. Posibilita la planificación, la memoria y la acción consciente (Cozolino, 2015).

Es donde se almacena la memoria semántica y episódica, esto es la memoria explicita.

B)    El córtex prefrontal es la región cortical que está más desarrollada en los primates.  El CPF es una colección de áreas neocorticales que envía y recibe proyecciones desde todos los sistemas corticales sensoriales y motores, y desde diversas estructuras subcorticales. Es la región cerebral más relevante en terapia. Está dividido a su vez en dos partes:

a)      la zona dorso-lateral (conectada con el hipocampo y el hemisferio izquierdo, y orientada al lenguaje) y

b)     el córtex prefrontal medio (conectado con la amígdala y el hemisferio derecho, y relacionada con las emociones) (Siegel, 2010). El córtex prefrontal medio es una zona integradora que conecta el cuerpo (por el tronco encefálico y el SNA), el sistema límbico y otras estructuras corticales. Tiene relación con las conductas de apego (Schore, 2001; Siegel, 2009)

De esta área, en concreto, nos interesan principalmente dos partes:

1)      La región orbitofrontal:

Forma parte del CPF y regula los afectos y los vínculos de apego.

Aunque anatómicamente pertenece a las regiones corticales, fisiológicamente actúa en coordinación con el sistema límbico.

Está conectada con la amígdala y es responsable del control inhibitorio, por lo que es fundamental para la autorregulación emocional.

Cuando se produce una ruptura grave en la relación de apego, esta área activa la amígdala, lo que provoca reacciones de miedo que impiden al niño aprender a regularse emocionalmente.

La región prefrontal recibe muchas aferencias nerviosas del hipocampo. Está implicada en las situaciones sociales y en la comunicación emocional, por ejemplo a través de la modulación de la voz.

     El cerebro está compuesto por multitud de órganos, cada uno con una función diferente, pero relacionados entre sí. La división del cerebro en tres capas ayuda a poder entender mejor las diferencias entre el consciente (humano) y el inconsciente (animal). En el cerebro de los seres humanos existen unas áreas que regulan las emociones y otras que regulan la cognición y el pensamiento. No siempre van a trabajar con el mismo objetivo o las mismas prioridades (Ginot, 2015). Una parte de la mente actúa por lo que cree lógico e indicado, y otra parte, en cambio, puede hacerlo por impulsos o emociones. (quiero dejar de fumar, pero no lo consigo) Puede haber discrepancias entre lo que sabemos que es lógico y lo que dictan nuestras emociones y sensaciones. Claramente, sentimos miedo cuando ocurre algo que pone nuestra vida en peligro, pero a menudo podemos sentir miedo y ansiedad sin saber cuál es la causa del malestar. No obstante, en ambos casos nos sentiremos incapaces de controlar las sensaciones desagradables o los pensamientos catastrofistas.

     La activación de las áreas subcorticales relacionadas con la defensa actúa de forma impulsiva y autónoma, independientemente de las áreas corticales que rigen los criterios racionales. Con el trabajo terapéutico ayudamos a los pacientes a aprender cómo gestionar esos miedos a través del control de sus pensamientos, de sus emociones o la modificación de conductas nocivas. Les ayudamos a que las áreas corticales modifiquen la activación de las áreas subcorticales. Enseñamos a nuestros pacientes a regularse emocionalmente y a hacerlo en sintonía con los demás.

Centro de Psicología María Jesús Suárez Duque

C/ Tunte,6 Vecindario (Frente al Centro Comercial Atlántico, a la derecha de la oficina de correos)

Pedir cita: 630723090

https://www.psicologavecindariomariajesus.es/


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