ABUSO SEXUAL: SANAR LA HERIDA Y QUE SÓLO QUEDE UNA CICATRIZ
A través del abuso sexual, serán también lastimados física,
emocional, psicológica y espiritualmente. Cada una de sus diferentes áreas de
desarrollo será dañada. Su cuerpo, su alma, su psique, la relación con la
divinidad, su sexualidad y hasta su vida social habrá sido trastornada. Cuando
lleguen a la adolescencia, empezarán a experimentar conductas autodestructivas,
que irán desde el abuso de alcohol y drogas hasta, tal vez, el síndrome de
automutilación. Tendrán problemas de adaptación en el aspecto social y
empezarán su vida sexual con un déficit importante en su capacidad de disfrutar
y de entregarse plenamente. Su sexualidad estará plagada de disfunciones, y
su vida, de relaciones destructivas; tendrán un pobre autoconcepto y,
definitivamente, también una total incapacidad para intimar. Muchos de
ellos serán adictos antes de los 20 años, otros encontrarán alguna otra
manera de destruirse a sí mismos. Algunos, los menos, terminarán con su
vida por su propia mano; los demás vivirán sin plenitud, en un mundo triste
y gris.
Cuando un menor sufre abuso sexual, su cuerpo es tratado
como un objeto.
Evidentemente, esto no resulta en una experiencia nutricia
para el desarrollo del menor y lo hace sentirse expuesto y desprotegido.
Haber vivido abuso sexual implica que el contacto físico del abusador no fue
para brindar apoyo o amor, sino para producirle placer a este a costa de la
integridad del menor.
El abuso sexual le roba al niño la inocencia, su derecho
a descubrir su propia sexualidad gradualmente y, sobre todo, a vivir
experiencias sexuales en sintonía con su capacidad física y psicológica.
En resumen: el abuso sexual arrebata de golpe la sensación
de valía y la inocencia del menor, y ataca su integridad.
Cuando un niño es víctima de abuso sexual, experimenta una sensación
de total desprotección. No hay manera de que pueda ser cubierta su necesidad
básica de sentirse seguro y empieza a vivir en una total desesperanza.
El abuso sexual a menores no es un problema nuevo.
Generaciones y generaciones de niños y niñas han sufrido abuso sexual a lo
largo de la historia. La mayoría de estos crímenes han permanecido en la
oscuridad. Sin embargo, el silencio y el secreto de este terrible dolor poco a
poco pueden llegar a romperse y las víctimas empiezan a hablar.
Solo a través de la denuncia pueden liberar todo el dolor
y el sufrimiento que han experimentado y guardado por años. Solo mediante la
valentía de hablar y expresar el abuso sexual experimentado, una persona que ha
sufrido los estragos de este terrible trauma puede sanar. Por fortuna, hoy
en día, cada vez más sobrevivientes de abuso sexual se dan cuenta de que
no están solos en esta batalla y buscan recuperar su dignidad, las riendas
de su vida y el autorrespeto que perdieron muchos años atrás.
La humillación, la vergüenza, el miedo y la culpa de
haber sufrido abuso sexual son tan grandes que es difícil ayudar a las víctimas
pues, tristemente, tienden a aislarse, a autocastigarse y viven en soledad
el drama de esta herida tan profunda. Por ello es muy difícil estimar la
cantidad de personas afectadas por este trauma. El niño que sufrió abuso vive
esta herida en silencio, y por eso nunca imaginarías que tu cuñado, tu sobrino,
tu mejor amigo o, peor aún, tu propio hijo, pudieron haber sido víctimas de
abuso sexual en la infancia. Ocurre en todas las culturas, sin importar origen
étnico o clase social.
El abuso sexual que se vive en la infancia no solo tiene
secuelas en ella. Quienes han vivido esta terrible experiencia arrastramos sus
consecuencias hasta la edad adulta.
Antes que nada, si has sido víctima de abuso necesitas
sentirte orgulloso de ti y honrar tu presente. A pesar de lo que viviste de
niño, estás vivo, y si decidiste buscar ayuda psicológica, es que hay una parte
en tu personalidad que busca sanar a toda costa esa herida que no deja de
sangrar. Trabajar con el abuso sexual no es sencillo. No es un proceso fácil.
Sin embargo, como todo lo importante en la vida, vale la pena enfrentarlo;
mereces dejar de vivir con una carga tan pesada y dolorosa que desgarra desde
la oscuridad del pasado hasta el más luminoso de los presentes, sin importar cuántos
años hayan pasado del evento.
El abuso sexual rompe el cristal a través del cual vemos el mundo. El
mundo después de ello se ve roto, sin forma, sin solidez, sin certeza, y solo
se puede caminar con miedo, el miedo de ver todo como una amenaza, como algo
peligroso, y con la terrible sensación de no encontrar nada de donde asirnos.
Un cristal roto no se puede restaurar; por más que lo
peguemos y lo arreglemos, siempre quedarán las marcas de que se rompió en algún
momento. Así sucede con la personalidad de un individuo después de un abuso
sexual en la infancia. Es una herida para toda la vida. Sin embargo, la gran
oportunidad que tienen las víctimas de abuso sexual es que podemos sanar esa
herida y que únicamente quede una cicatriz (Canales, J.L)
Una horrenda cicatriz que nos recuerde siempre lo que
vivimos, pero que, al haber cicatrizado, la herida deje de doler.
La gente lastimada tiende a lastimar. No significa que
quienes viven un abuso sexual tiendan a abusar sexualmente de otros niños. Por
el contrario, a pesar de que hay un gran mito al respecto, una persona que
sufrió ese tipo de abuso, en la mayoría de los casos, tiende a ser altamente
consciente de la importancia de respetar el cuerpo de los demás, especialmente
el de los niños. Sin embargo, alguien que fue lastimado tenderá a visualizar el
mundo a través de ese cristal, de ese lente roto, y por lo mismo desconfiará de
los demás. En ocasiones se defenderá aun cuando no esté en peligro, mentirá,
aunque no haya ninguna razón lógica para ello, se autocastigará a pesar de no
haber cometido ningún crimen y, sobre todo, mantendrá a todos (aun a los más cercanos)
lejos de su intimidad.
No hay mayor frustración que querer ayudar a alguien que
amas y que se aísla rechazando tu ayuda. Esto es lo que tienden a hacer los que
han sido dañados de niños.
Lo que es una verdad irrefutable es que el abuso sexual
rompe el cristal con el que vemos la vida y nos genera síntomas secundarios que
tarde o temprano salen a la luz: depresión, adicciones, trastornos de la
conducta alimentaria, enfermedades con un origen emocional, disfunciones
sexuales, autolesiones y automutilaciones, dificultad para intimar en las
relaciones interpersonales, bajo autoconcepto basado en creencias negativas, desesperanza
e ideación suicida. En algunos casos, cuando la víctima intenta sanar estos síntomas,
encuentra un camino para aceptar y afrontar el daño del abuso.
Ciertamente, quienes han vivido abuso sexual han tratado de
curar estos síntomas de muchas formas; sin embargo, al atacar los síntomas y no
el origen de estos, fracasan.
Los síntomas secundarios del abuso sexual nos señalan las
diferentes áreas que fueron lastimadas cuando se rompió aquel cristal. Aunque
la gente no asocie sus síntomas con ese tipo de abuso, hay un vínculo
inconsciente directo. Cuando un niño sufre abuso sexual, en ese momento se
generan dos pensamientos que se arraigan como hiedra a la piedra y que lo
acompañarán durante toda la vida:
• No mereces amor, mereces sufrir.
• No puedes defenderte, mereces el castigo.
Estas creencias arraigadas desde la infancia son la razón
principal por la cual surgen los síntomas.
No es hasta que aceptamos, sentimos, comprendemos y sanamos
el dolor del abuso que podemos ver con otra perspectiva el mundo, con una visión
que no sea la que ofrece el cristal roto. No es hasta entonces que dejamos los
síntomas secundarios de lado. Este conjunto de síntomas son un grito
desesperado de nuestra mente inconsciente que pide ayuda.
Es importante entender que no hay sanación sin dolor. Cuando
caemos y nos raspamos la piel, necesitamos limpiarnos con agua y jabón y tallar
hasta quitar toda la suciedad para evitar una infección. Esto arde y duele.
Lo mismo sucede con las heridas emocionales (sufrimiento), y
más si se trata de un abuso sexual. Mientras no exista contacto emocional
profundo con lo que viviste y, por lo tanto, con lo que sufriste, no podrás
empezar a recuperarte del dolor que se te infligió. Es importante, no
abandonar por muy dolorosos que nos resulten los recuerdos, sentimientos e
imágenes disfóricas (que lastiman), la psicóloga te ayudará y acompañará durante
el proceso ofreciéndote seguridad y confianza. Se trata de revivir el trauma,
pero esta vez no estarás sólo, tendrás a alguien a tu lado que te dará
seguridad y protección ante el miedo y que te ayudará a entender que no debes
sentir vergüenza ni culpa pues sólo eras un niño indefenso y desprotegido.
Es posible liberarse del daño emocional del abuso sexual,
pero toma tiempo y requiere voluntad para trabajarlo emocionalmente.
Seguramente, a raíz de este abuso, has desarrollado muchos problemas y síntomas
secundarios, y estos no desaparecerán de la noche a la mañana. Necesitas compromiso
y ser tenaz para sanar esa personalidad que se fue enfermando y que ahora se
autocastiga constantemente.
Mucha gente trata de manejar las secuelas del abuso sexual
que sufrieron negando sus sentimientos y bloqueando sus recuerdos. Esto es lo
único que puede hacer un niño para no enloquecer y perder la estructura de su
yo cuando es pequeño. Sin embargo, esto no funciona en la vida adulta.
Los sentimientos desagradables, los recuerdos reprimidos, la
culpa y la vergüenza, los flashbacks (imágenes que regresan intempestivamente),
las pesadillas, los problemas sexuales, la depresión, los ataques de pánico y
otros problemas surgirán durante este proceso, aunque quieras hacer a un lado
el abuso e ignorarlo por completo. Es por ello que vale la pena sanarlo. No es
justo que te siga atormentando a lo largo de los años.
Afrontar el abuso sexual no se trata de eliminar tu pasado.
Eso es imposible. Tampoco es cuestión de bloquearlo y enterrar tus
sentimientos, ya que esto solo es una solución temporal que alimentará tus
síntomas secundarios.
Afrontar el abuso sexual implica aceptar cómo este ha
afectado tu vida: desde tus relaciones interpersonales y tu vida sexual hasta
cómo te sientes contigo mismo y con el mundo en general. Jamás olvidarás el
abuso del cual fuiste víctima. Sin embargo, te aseguro que con dedicación y
firmeza podrás liberarte de los sentimientos de culpa y vergüenza que hasta
ahora lo acompañan.
El abuso sexual en la
infancia se define como (Ainscough):
Un acto sexual por parte de un adulto hacia un niño o un
acto sexual inapropiado por parte de un niño hacia otro, en contra de su
voluntad. Esto incluye cualquier tipo de penetración (oral, vaginal o anal),
sexo oral, sexo anal, ser tocado por parte del adulto de manera que incomode al
niño o ser persuadido para tocar el cuerpo de alguien más. Esto puede incluir
introducir objetos en el cuerpo del niño o manipularlo para que mantenga actos
sexuales con animales. De igual manera, incluye obligar al niño a ver un cuerpo
desnudo, pornografía o relaciones sexuales, o bien fotografiarlo o
videograbarlo con efectos de gratificación sexual. De igual manera, el abuso
sexual incluye tener una plática sexualizada con el menor (hablar de su cuerpo
o bien hablar del cuerpo del abusador con deseo).
Aunque el abuso sexual implica siempre un acto, un hecho
concreto, no siempre incluye contacto físico. El abuso sexual puede incluir ser
obligado a observar el contacto sexual entre otras personas y ser
obligado a mirar el cuerpo desnudo de un adulto, fotografías o videos
pornográficos.
El abuso sexual puede ser perpetrado por una persona o
por un grupo de personas. Puede ocurrir en una sola ocasión, o bien, haber
ocurrido a lo largo de varios años.
El abusador es cualquiera que haya abusado de un niño. Puede
ser un familiar (padre, madre, hermano, tío, sobrino, primo), una persona con
autoridad sobre el menor (profesor, director de colegio, jefe de algún culto
religioso), un extraño u otro niño.
En casi cualquier caso en que hay abuso sexual contra un
menor, el abusador sufre de pedofilia. Los pedófilos son personas (principalmente
hombres) que se sienten atraídos sexualmente por niños y niñas preadolescentes,
y sienten mayor atracción cuando estos están a punto de desarrollar
características sexuales secundarias (en la prepubertad).
La OMS define a la pedofilia como “un desorden sexual, con
la característica principal de que la persona siente un intenso y recurrente
impulso sexual hacia niños preadolescentes y prepúberes (normalmente de 12 años
o menos). Este impulso es incontrolable y, por lo tanto, el impulso termina en
algún tipo de contacto sexual”.
Por otro lado, hay ocasiones en que el abusador no es
pedófilo, pero el abuso se lleva a cabo cuando el abusador está totalmente
intoxicado con alguna sustancia psicoactiva (alcohol o drogas), y experimenta
la fantasía de estar teniendo relaciones sexuales con alguien más. Pero que el
abusador no sea un pedófilo no significa que el abuso no haya ocurrido y que no
sea un terrible crimen que debe ser castigado.
Una población que está en gran riesgo son las
preadolescentes que viven con un padrastro, ya que en un alto porcentaje de los
casos de abuso sexual el abusador es la actual pareja de sus madres.
Si el abusador está emparentado con la víctima en primer y
segundo grados, el abuso sexual se conoce como incesto.
No eres responsable
de lo que te ocurrió en el pasado. Sin embargo, sí eres totalmente responsable
de cómo decidirás vivir tu presente a partir de ahora.
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