RECUERDOS
TRAUMÁTICOS NO VERBALES
Los
pacientes traumatizados suelen presentarse con una serie de síntomas antes que
con unas historias verbales coherentes convenientemente localizadas en el tiempo.
Dado que la “memoria” traumática se compone en su mayor parte de recuerdos
no verbales, en ocasiones combinados con relatos narrativos incompletos,
Janet (1919, 1925; Van der Kolk y Van der Hart, 1989) sugirió hace ya mucho
tiempo que estos recuerdos se escinden del conocimiento consciente y se
almacenan bajo la forma de percepciones sensoriales, pensamientos obsesivos y
reescenificaciones conductuales.
La
persona parece “recordar” lo que sucedió a través de la reviviscencia de
estas reiteraciones no verbales del incidente traumático histórico, o a través
de síntomas físicos misteriosos que no parecen tener una base orgánica.
Estos recuerdos traumáticos no verbales serían “modalidades autónomas de memoria
que no necesariamente se relacionan con el conocimiento autobiográfico general”
(Brewin, 2001, p. 376). Inaccesibles a la rememoración verbal, de forma
característica estos recuerdos permanecen no integrados e inalterados por el
curso del tiempo (Van der Kolk y Van der Hart, 1991).
La falta
de integración posibilita que las reminiscencias del trauma desencadenen la
aparición de fragmentos somatosensoriales, lo que tendría unos efectos
perjudiciales sobre la capacidad del paciente de modular la activación
fisiológica y emocional, y de desenvolverse dentro del ámbito de la vida
cotidiana. Dado que el trauma no es recordado plenamente bajo la forma de una
narrativa autobiográfica coherente, los pacientes son incapaces de afrontar
los efectos y las consecuencias de sus recuerdos en base a reflexionar, hablar
o pensar sobre ellos. Los recuerdos permanecen sin integrar y los pacientes
suelen desarrollar una fobia a sus contenidos (Steele et al.,
2005b).
El
supuesto de los terapeutas y de los pacientes por igual es que si los
fragmentos disociados del trauma se integran en una memoria autobiográfica
lingüística flexible, de ello se derivará la reducción o el cese de los
síntomas. Pero sus mejores esfuerzos por resolver sus recuerdos a través de
estas vías pueden fracasar. Con frecuencia, los pacientes continúan sintiéndose
descontrolados dado que los estímulos cotidianos continúan activando el
secuestro ascendente el fenómeno de quedar atrapados en el nivel sensoriomotriz
(fisiológico), malversando el procesamiento emocional y cognitivo. E incluso
después de que los pacientes hayan elaborado una narrativa relativamente coherente
del trauma, los síntomas fisiológicos pueden perdurar y ocasionalmente empeorar.
Es más, dado que los recuerdos que es preciso integrar son inaccesibles por
la vía del lenguaje, no siempre es posible hacer un relato verbal de la
traumatización pasada.
Lo
que sí está al alcance, al margen de lo mucho o de lo poco que la
memoria narrativa pueda estar intacta, son las imágenes visuales, las
intrusiones olfativas y auditivas, las emociones intensas, las sensaciones y
las acciones físicas desadaptativas. No son los hechos en sí
mismos
sino estos fragmentos no verbales procedentes del pasado y sus tendencias de
acción desadaptativas no resueltas, las que hacen estragos en las vivencias del
paciente y su capacidad de desenvolverse en el ámbito
de la vida cotidiana. Consecuentemente, el tratamiento
satisfactorio de los recuerdos traumáticos se podría definir como
la resolución de los efectos del pasado traumático sobre la organización
actual de la experiencia del paciente, más que como la formulación de una
narrativa propiamente dicha.
El procesamiento
sensoriomotriz de los recuerdos traumáticos
se organiza con objeto de abordar estas tendencias sensoriales y físicas
repetitivas, hasta que dejen de alterar la regulación y el
procesamiento cognitivo-emocional de la experiencia tanto actual como pasada. A
los pacientes se les ayuda a “superar las huellas traumáticas que dominan sus
vidas y que se traducen en sensaciones, emociones y acciones que no guardan
relación con las exigencias del presente, pero que se ven desencadenadas por
hechos actuales que continúan reactivando los antiguos estados mentales
relacionados con el trauma” (Van der Kolk, 2002, p. 59).
Bibliografía
Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2009). El
trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de terapia. Bilbao: Desclée de
Brouwer.
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