Psicóloga infantil Vecindario PSICÓLOGA INFANTIL: ¿Qué hay detrás de la conducta inadecuada de los niños?
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA CONDUCTA INADECUADA DE LOS NIÑOS?
Detrás de la conducta inadecuada de los niños hay cuatro objetivos basados en creencias percibidas erróneamente (Dreikurs):
1. Búsqueda de atención. “Sólo me tienes en cuenta cuando me prestas atención”
2. Búsqueda de poder. “Sólo me tienes en cuenta cuando mando y/o no permito que tú mandes”.
3. Venganza. “No me tienes en cuenta, pero al menos puedo devolverte el daño que haces”.
4. Darse por vencido o asumir una conducta de incapacidad. “Es imposible que me tengas en cuenta, me doy por vencido”.
¿Por qué hay niños que buscan la atención con un mal comportamiento?
Los niños a lo largo de su desarrollo experimentan miedos, entre los que se encuentran el recelo que tienen a ser “abandonados”. No soportan ser ignorados. Por ello, reclaman la atención de los padres cuando sienten que no están recibiendo la atención suficiente.
Cuando el niño reclame nuestra atención, no siempre lo hará de forma amable ya que cuando lo hace no se refuerza de manera adecuada, es decir, nos actúa. Entonces, utilizará otras formas para hacerse notar en las que se le atienda de una “manera especial”:
· Hay niños que se portarán mal buscando una respuesta de sus padres, aunque esta sea una regañina porque, así, los adultos dejarán todo lo que están haciendo en ese momento para centrarse en él.
· Otras veces usarán estas llamadas de atención al descubrir que con un comportamiento “negativo” pueden manejar y chantajear a sus padres. De esta forma ellos mismos manipulan a su familia con expresiones como “si me porto bien entonces...”, “si no haces esto entonces me portaré mal”.
· Aunque es menos frecuente, hay veces que los niños no solo quieren atención, sino que, además, la quieren toda y en exclusiva. Sobre todo, cuando ha llegado otro miembro a la familia.
Dentro de este tipo de conductas para llamar la atención encontramos:
El llanto. Con sus sollozos el bebé expresa aquello que no es capaz de decir con palabras. Es una forma de lenguaje. El hecho de que resulte tan angustioso no es algo casual: la naturaleza lo ha hecho así para despertar en quienes lo oyen la necesidad de acudir.
Gritar y chillar. Hay niños que sólo consiguen que le hagan caso, cuando hacen trastadas o su comportamiento es inadecuado. Muchas veces cuando los niños llaman a sus padres de forma adecuada no son atendidos. Hasta que no gritan o chillan, no los tienen en cuenta.
Las rabietas. Las llamadas de atencion vinculadas a actuaciones de rebeldía empiezan a cobrar importancia en torno a los 2 años. Por ejemplo, en un niño que ya está́ fatigado. El niño ha dicho en varias ocasiones que se quiere ir a casa, que está cansado y su petición hecha de manera adecuada no es atendida por los padres. Finalmente, solo lo tienen en cuenta si explota en una rabieta o protesta desproporcionada.
Los celos y la rivalidad entre los hermanos. La conducta inadecuada aparece cuando los padres están centrados en uno de los hermanos (normalmente el más pequeño) y portándose mal consigue desviar la atención de sus padres y volver a ser el centro, aunque sea para ganarse una regañina.
Retroceso en el desarrollo. En sus primeros años, el pequeño siente muchas cosas que no es capaz de expresar con palabras. Por eso a veces puede manifestar su descontento, malestar o incomprensión a través de acciones
Consejos para frenar las llamadas de atención:
1. Los padres deben considerar si el niño es atendido de manera adecuada y se le presta la suficiente atención.
2. Prestar especial atención cuando el niño se comporta adecuadamente.
3. Que los padres se interesen por los asuntos de sus hijos. Interesarse por lo que están haciendo, implicarse en lo que les piden y elogiar y felicitar cuando se lo merecen
4. Buscar un tiempo de juego compartido con los niños
5. Ignorar conductas inadecuadas, siempre que sea posible hacerlo, de manera que vean que se les atiende mucho más cuando actúan de manera adecuada
¿Por qué los niños buscan poder con su mal comportamiento?
Los niños desobedientes desesperan a sus padres y son fuente de disgusto familiar. Los padres, abuelos y educadores inicialmente debemos acompañarlos y corregirles y luego, a medida que van madurando, nuestra función es describir, explicar y ayudar al niño a ser consciente de las consecuencias de sus actos. De esta manera, nuestros hijos irán poco a poco desenvolviéndose de forma más segura e independiente.
Este proceso se va a ir dando poco a poco. La edad del niño marca la forma en que los padres manejamos la desobediencia. El objetivo es que el niño vaya adquiriendo capacidades que le permitan ir comunicándose e integrándose en el entorno en el que vivir.
La desobediencia es normal en todo este proceso. El niño está descubriendo los límites del entorno, diferenciando lo que es correcto de lo incorrecto, lo que se puede y lo que no se puede hacer. Y el niño no puede encontrar solo estar respuestas, los adultos le tenemos que guiar y ayudar.
Muchas veces, los adultos tendemos a decir, “¡qué desobediente es este niño!”, cuando el niño está inmerso en el disfrute de la exploración y descubrimiento. El niño cuando es pequeño no tiene motivación de incordiar sino de explorar, y para ello, tiende a utilizar sus sentidos. Dejar explorar al niño dentro de ciertos límites es sano para el desarrollo de su autocontrol.
A partir de los 3 años, la obediencia se vuelve más compleja, comienza la etapa de la comprensión de palabras y oraciones, cambia nuestra manera de comunicarnos con los niños. Si queremos educar a nuestros hijos y hacer que nos comprendan a esta edad, las frases deben estar enfocadas de manera afirmativa, ya que esto les permite comprender mejor los acontecimientos. Por ejemplo, en vez de decir: “no tires tus juguetes, o tus zapatos”, es mejor decirle: “deja los juguetes en la caja, o dáselos a mamá”. Cuando el niño hace lo que pedimos siempre hay que acabar con un elogio, como “muy bien”.
A esta edad el niño será mucho más receptivo que en etapas anteriores, comprenderá que ha dado alegría a mamá y a papá y se sentirá feliz y querrá volver a lograr ese momento, y por ende, tenderá a repetir la acción. Cognitivamente, los NO, sólo se comienzan a entender a los 3 años.
A medida que el niño crece, las normas se harán cada vez más complejas. Un niño de esta edad debe ser capaz de: recoger sus juguetes solo o con muy poca ayuda, comer solo, no interrumpir a los adultos, ir al baño con ayuda, ir de la mano por la calle, lavarse los dientes, vestirse solo, responder a la primera instrucción como irse a la cama, dejar de ver la televisión, ir a ducharse, ayudar a poner y recoger la mesa, ayudar a hacer su cama, no pegar, no gritar la hablar, escuchar mientras le hablan...
Para lograr estos objetivos es necesaria una actitud firme y afectuosa de sus padres. Una manera, de hacer que el niño aprenda a seguir instrucciones y posteriormente incorpore el concepto de obedecer, es hacer hincapié en explicarle que los adultos son los que deciden, ya que está bajo el cuidado de ellos. Para ello, es importante que los adultos ya sean los padres, o los abuelos, sean coherentes, firmes y afectuosos en el momento de enfrentar diversas situaciones y pongan los límites in situ manteniendo la calma.
La coherencia es la base del respeto y da seguridad a los niños. Los padres han de ser firmes y crear hábitos sin ser desvaluados ninguno de ellos frente al niño por ninguna de las partes.
A partir de los 5 ó 6 años, aún es momento de acompañar a los niños en sus razonamientos. A esta edad, es muy positivo hacer que el niño verbalice las posibles consecuencias de sus actos. El niño es más consciente y tiene capacidad de razonar el por qué y para qué de las cosas.
De esta manera, los niños van aprendiendo a respetar las rutinas y adquieren poco a poco disciplina en sus actividades, lo que va acompañado de validación, respeto y consideración a lo que los adultos piden, es decir, a la obediencia.
Para poder establecer rutinas y hábitos es necesario que ambos padres diseñen un listado de actividades y normas a seguir en la casa. Estas deben incluir horarios de baños, alimentación, juegos en solitario del niño y juegos de los padres con ellos, de las comidas, de ir a dormir, de salir de paseo, de cuentos...
Es importante que las normas sean pocas y adecuadas a su edad. Lo ideal es acompañar estas rutinas con símbolos o rituales, por ejemplo, para leer el cuento, el niño tiene que estar bañado, con el pijama y metido en la cama, si no es así...no hay cuento, aunque llore, patalee y de tristeza, este es el punto que nos ayudará a transmitir los límites y el encuadre de seguridad a los niños.
Por otro lado, también es importante la flexibilidad. Dependiendo de la circunstancia o de la estación del año, algunas rutinas son más o menos difíciles de llevar a cabo. Por eso es necesario dejar abierta la posibilidad de flexibilizar. Así poco a poco, los niños van cogiendo seguridad. Lo que lleva a los niños al caos es no poder gestionar emociones como el temor o la tristeza.
¿Por qué actúan con venganza los niños?
Las travesuras sirven como vehículo de aprendizaje. Son típicas en los niños y son parte de su evolución y desarrollo.
En algunos casos es la imitación de las acciones de los más mayores. Cada tipo va acorde con la edad que tenga el niño. Pero a medida que el niño crece, la travesura inocente se transforma. Cuando aparece la intención, hablamos de sentimiento de venganza.
La venganza es un sentimiento que proviene de la sensación de enfado intenso. Es verdad que esta sensación de venganza no implica ninguna maldad en el niño y que ejecutarla dependerá de las características del niño como:
· Autoestima. El interpretar si ha habido “mala intencionalidad” en la mente del otro depende de cómo estemos emocionalmente nosotros y de la autoestima que tengamos. Lo mismo sucede al niño.
· Si es introvertido o extrovertido. Si es introvertido, el niño manifiesta de manera interna sus sentimientos. Si es extrovertido, hay una mayor tendencia a que haya una necesidad de “sacarlo fuera”. De ahí que manifieste su ira mediante el comportamiento de venganza.
· Impulsividad. Cuando más impulsivo sea el niño, tendrá más predisposición a querer obtener una respuesta inmediata a sus emociones, aunque sean impulsos irracionales.
· Si es perfeccionista o se conforma. Los niños más conformistas, son también más pacíficos y tiene más paciencia para aguantar las travesuras de otros.
Lo más importante en el caso del sentimiento de venganza es la aparición de la intención y la edad del niño. P. ej., cuando un bebé de menos de un año se irrita por algo, no agrede, ya que no tiene esta capacidad de ponerse en el lugar del otro que le aporta la intención.
A medida que se van pasando estadios en el desarrollo es de los 4 a los 7 años cuando se adquieren habilidades para considerar el punto de vista de los demás (deducen si la intención es perjudicial o no lo es) y esto trae consigo la venganza. Es a partir de primaria cuando los niños son vengativos.
Con la venganza se está ejecutando un acto de agresión, ya que es un comportamiento que se lleva a cabo con la intención de dañar al otro. Por eso, es bueno hablar de este sentimiento con el niño, para hacerle ver que su conducta no llevará a nada bueno.
¿Cómo ganarnos a los niños para que quieran cooperar?
La mejor manera de influir para que los niños puedan cambiar un comportamiento inadecuado es hallar una forma positiva de ayudar al niño a ser tenido en cuenta e importante. Aceptar este concepto intelectualmente es una cosa, pero llevarlo a la práctica cuesta porque no tenemos ganas de ser positivos cuando un niño se porta como no queremos, porque somos reacios a aceptar nuestra parte de responsabilidad y porque un niño que se porta mal no está muy predispuesto a la influencia positiva, están demasiado alterados emocionalmente para aceptarla. Hay que esperar a que se serene y volver a intentarlo.
No debemos basar nuestra relación en la confrontación. El niño ha de sentir seguridad y confianza en su capacidad de esta manera el ni no sólo modificará su actitud sino también su desarrollo motor se verá beneficiado.
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