Contemplar con amor y compasión
El método práctico conocido como contemplar con amor y compasión puede aportar un gran bienestar y mucha felicidad.
El amor lleva la felicidad a otras personas; la compasión significa aliviar su sufrimiento.
La llave que abre la puerta del amor y la compasión es nuestra capacidad para comprender nuestros propios sufrimientos y dificultades, y el sufrimiento y las dificultades de los otros. Si somos capaces de observar y comprender nuestro padecimiento, observaremos y comprenderemos con facilidad las dificultades de otra persona, y viceversa.
Ésa es la práctica de sumergirse profundamente en la
primera y la segunda de las Cuatro Nobles Verdades, las
cuatro verdades sagradas y maravillosas del budismo.
Las Cuatro Nobles Verdades son:
1ª Existe el sufrimiento
2ª Hay un camino o una serie de condiciones que han
producido el sufrimiento
3ª El sufrimiento puede cesar (la felicidad siempre es posible)
4ª Hay un camino que conduce al fin del sufrimiento, a la felicidad.
Al reconocer y admitir nuestras dificultades (la primera Noble Verdad), y
luego observarlas con detenimiento y atender a sus causas (la
segunda verdad), somos capaces de ver el camino de salida,
la senda de la liberación (la cuarta verdad); la transformación
y el fin del sufrimiento que se logran al seguir ese camino.
Tienes muchas cosas que hacer y quieres triunfar en
todas las áreas. No hay nada malo en ello. Pero deberías
disponer tu vida de modo que tu trabajo te aporte felicidad
verdadera todos los días. No te entierres en el trabajo y
permitas que te inquiete, te irrite o te deprima. Trabaja
libremente. Deberías tener tiempo suficiente para ti mismo y
para quienes te rodean. Deberías tener tiempo para el amor.
El amor hace referencia no a la excitación del deseo sensual, sino a tener tiempo para cuidar de los demás, hacer cosas que redunden en su felicidad y ayudarlos a aliviar su sufrimiento.
El más precioso regalo que puedes ofrecer a quienes amas es la sensación de espacio: espacio alrededor, espacio interior.
No dejes que el ajetreo, los problemas o las decepciones te alejen de la verdadera vida. Aprende a liberarte de las preocupaciones y a vivir gozosamente. Se trata de un arte. Abandona las cosas sin importancia que no aportan felicidad. Si eres capaz de dejarlas estar, tendrás más espacio.
Imagina a un tipo que va a al mercadillo, ve una ganga y se la lleva a casa pese a que no la necesita. Ve un precio bajo y compra sin más. Al cabo de pocas semanas, su casa está tan llena de cosas que a duras penas puede entrar o salir. Cuando intenta desplazarse por su interior, tropieza con los objetos comprados en el mercado. Ya no tiene espacio para vivir. Otro tanto puede decirse de nuestra mente.
Ejemplo: Un padre hace daño a su hijo. El padre no advierte que está
haciendo sufrir a su hijo y también a sí mismo. Realmente cree que el modo en que lo trata redundará en su bien. No es así en absoluto.
El caso es que el padre tiene muchas dificultades y heridas, pero aún tiene que descubrirlas (la primera Noble Verdad: el reconocimiento del sufrimiento) y buscar sus causas (la segunda Noble Verdad: el camino que conduce al sufrimiento). No sabe cómo afrontar su propio padecimiento, hace daño a su hijo y cree que es éste quien origina toda la infelicidad.
Tal vez el padre fue sometido, siendo muy joven, a un cruel maltrato por parte de su propio padre, el abuelo. El abuelo volcó toda su ira y dolor en este padre, y ahora el padre obra como el abuelo, volcando toda su cólera y angustia en su hijo. La rueda del samsara gira una y otra vez mientras el sufrimiento se transmite de una generación a la siguiente. El padre no ve la segunda Noble Verdad, la fuente de su sufrimiento.
Ahora es el momento de que el hijo practique:
· Al inspirar, me veo a mí mismo como un niño de cinco años.
· Al espirar, sonrío al niño de cinco años aún vivo y presente en mí.
· Al inspirar, observo que el niño de cinco años que hay en mí es frágil, vulnerable y está herido.
· Al espirar, acojo al niño de cinco años que hay en mí con todo mi amor y comprensión.
Ésta es la primera parte de la práctica, volver a uno
mismo para reconocer y acoger al niño pequeño que hay en
nuestro interior. Durante largo tiempo has estado demasiado
ocupado como para obrar así. Ahora vuelves para hablar,
escuchar y acoger a ese niño. El proceso de curación puede
empezar.
Tras practicar con éxito la primera parte, podrás avanzar hacia la segunda:
· Al inspirar, veo a mi padre como a un niño de cinco años.
· Al espirar, sonrío a mi padre de cinco años.
Tal vez nunca hayas imaginado a tu propio padre como a un niño sensible. Lo cierto es que hubo un tiempo en que tu padre fue frágil y vulnerable; era fácil herirlo, como a cualquier niño pequeño.
Al inspirar, veo a mi padre con cinco años, frágil, vulnerable, herido.
Al espirar, observo a ese niño herido con todo mi amor y comprensión.
Muchas personas han vivido relaciones dolorosas con sus padres. Hasta ahora has podido ignorar que el niño de cinco años que se convirtió en tu padre sigue aquí hoy, presente en ti y en él. Tanto tu padre como tu madre te han transmitido nada menos que su identidad completa. De hecho, tu padre y tú no sois dos seres totalmente diferentes, aunque tampoco sois una y la misma persona con exactitud.
Esto también es aplicable a tu madre y a ti. Esta maravillosa perspectiva podría llamarse «Ni uno, ni dos»: ni lo mismo con exactitud ni del todo diferente.
Si puedes acoger al niño de cinco años que hay dentro de ti, también serás capaz de acoger al niño que hay dentro de otro, y entonces la transformación de la relación puede operarse con gran rapidez. Si tu padre hubiera tenido la oportunidad de aprender esto cuando era joven, no se habría causado sufrimiento a sí mismo ni tampoco te habría hecho padecer a ti. Pero no fue tan afortunado; por lo tanto, tienes que practicar para ti mismo y para tu padre en ti. Cuando seas capaz de transformar a tu padre en tu interior, tendrás la oportunidad de ayudar a tu padre a transformarse con mayor facilidad fuera de ti. Al practicar de este modo efectuamos una transformación en nosotros mismos y en nuestros padres y evitamos repetir los mismos errores con nuestros hijos. La rueda del sufrimiento se detiene al fin.
Esta profunda comprensión del sufrimiento y sus
causas originarias hace emerger la aceptación y el amor. Al
poder amar y aceptar, nos sentimos mucho mejor y también
somos capaces de ayudar a los demás a transformarse: a un
tío o tía, un hermano o hermana, un compañero o amigo.
En tu interior está la semilla de una formación mental
llamada prajña, «comprensión». Significa entendimiento
profundo. Cuando se instala la comprensión profunda, la
situación cambia de inmediato. Prajña es, ante todo, ver y
comprender el sufrimiento presente, y también la naturaleza,
la fuente, de ese sufrimiento.
La plena consciencia es la formación mental más esencial y necesaria para nuestra práctica. Tenemos que recordar que la plena consciencia siempre aporta comprensión. Cuando comprendemos somos más receptivos, tolerantes, cariñosos y felices de forma natural. Cuando nos falta comprensión, nos volvemos en dirección a la ira, la envidia, el odio y el sufrimiento.
Bibliografía
Hanh, T. N. (2012). Peace is every breath. HarperOne.
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