DIMENSIONES DE LA SOBREPROTECCIÓN
Habitualmente la sobreprotección implica dos dimensiones:
a) La primera es el intrusismo. Los padres se asustan y hacen cosas por el niño, antes de que éste tenga la oportunidad de hacerlo solo. Los padres tienen buenas intenciones, quieren hacer la vida más fácil a su hijo o evitarle el dolor de cometer errores. Pero si los padres lo hacen todo, el niño nunca tiene la oportunidad de aprender a funcionar con competencia. Cuando intentamos hacer una tarea y nos equivocamos y volvemos a intentarlo, aprendemos a dominar los aspectos de nuestro mundo. Esto es aprender, pero si no tenemos la oportunidad de vivir esa primera experiencia, pocos aprendizajes se consiguen; todo lo que aprendemos es que debemos tener a nuestros padres siempre a nuestro lado.
b) La segunda es cuando los padres sabotean los esfuerzos del niño para actuar independientemente. Los padres son críticos con los juicios de sus hijos y quitan importancia a las decisiones que éstos toman.
Muchos de los dependientes ven el mundo inseguro porque sus padres estaban excesivamente preocupados por el posible peligro.
Los padres que fomentan la dependencia en sus hijos normalmente les dan afecto y cariño. Su problema no es dar poco amor o calidez, sino que son miedosos, ansiosos o agorafóbicos y mantienen a los niños cerca de ellos para protegerse de sus propios miedos de abandono, sin percatarse de que sabotean la autonomía de sus hijos. Suelen ser demasiado inseguros para dar a sus hijos la seguridad necesaria. A menudo les dan amor, pero no el apoyo específico y libertad que es necesaria para que un niño llegue a ser independiente.
Cuando el origen de la dependencia es la sobreprotección, esta trampa vital se diferencia de las demás en que los pacientes con una excesiva protección no tienen recuerdos dolorosos, sino que tienen una extrema seguridad, provienen de un ambiente familiar seguro. Muchas personas dependientes no tuvieron ningún problema en la infancia, hasta que debieron dejar el entorno familiar seguro y afrontar la adversidad de la vulnerabilidad.
Los pacientes que fueron sobreprotegidos en su infancia, a menudo se ven como niños pequeños en un gran mundo de adultos en las sesiones de imaginación. Además, les produce ansiedad el probar cosas nuevas: cada vez que la persona inicia algo nuevo, se siente dependiente e incompetente.
A menudo las trampas vitales de la dependencia y la subyugación van unidas:
La subyugación es una manera efectiva de mantener a la persona dependiente, sumiso. Algunos padres son excesivamente controladores (quieren que sean como él; forjan una imagen de cómo quieren que sea el hijo y le fuerzan a coincidir con ésta sin importarles sus inclinaciones naturales...) lo que quiere el niño no tiene importancia y, poco a poco, el niño va perdiendo su propia identidad. En este aspecto los pacientes se describen como si tuviera un agujero vacío en su interior. Si no tienes una conciencia de cómo eres, eres completamente dependiente. Hay un vacío en su interior y la única forma de llenarlo es depender de alguien con una identidad propia.
El apego algunas veces acompaña a la sobreprotección. “Apego” y “fusión” se refieren a la sensación de que tú y la otra persona sois como un único ser. Es difícil decir dónde empieza tu identidad y dónde empieza la de la otra persona. Los dependientes sobreprotegidos suelen estar apegados a sus familias de origen. Creen que no pueden funcionar en el mundo y tienen dificultades para separarse de su familia hasta en períodos cortos de tiempo, lo que no les deja crecer y dejar su casa. Tienen una identidad fusionada.
Hay muchas personas dependientes; la mayoría tienen unos veinte años. Sus amigos tienen vidas separadas, pero ellos aún siguen en casa. Sus padres continúan estimulando su dependencia y todavía les dan consejos acerca de cada cosa y sabotean sus decisiones. Se dan más casos de hombres dependientes que de mujeres.
Psicóloga en Vecindario
MARÍA JESÚS SUÁREZ DUQUE
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