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Psicóloga Vecindario FREUD El desarrollo de la libido

 

El desarrollo de la libido

     El psicoanálisis emplea el término de pulsión para nombrar las fuerzas derivadas de las tensiones somáticas en el ser humano, y de las necesidades del Ello; en este sentido, las pulsiones se ubican entre un nivel somático y un nivel psíquico. 

     La pulsión es un impulso que se inicia con una excitación corporal (estado de tensión), y cuya finalidad última es la supresión de la tensión.
     En un principio, Freud consideró la existencia de una lucha entre dos tipos de pulsiones: las pulsiones de conservación destinadas a cumplir los intereses de preservación de la existencia yoica, incluyendo la satisfacción de las necesidades vitales; y las pulsiones sexuales, destinadas al mantenimiento y conservación de la especie. Posteriormente, las pulsiones de autoconservación pasaron a denominarse pulsiones del Yo, las cuales continuaban diferenciándose y oponiéndose a las pulsiones sexuales. En El concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visiónFreud añade una nueva función a las pulsiones del Yo, la de ser las encargadas de la represión. De esta manera, mientras las pulsiones sexuales subvertían las funciones yoicas sometiéndolas a la satisfacción del deseo; por su parte, las pulsiones yoicas intentaban impedir la realización del mismo mediante la represión. 

     En Introducción al narcisismo (1914), Freud considera que el Yo puede ser objeto de las pulsiones sexuales. Los fines de la pulsión sexual libidinosa no solo se refieren a la conservación de la especie sino que su influencia puede modificar al Yo, tomado como objeto. El conflicto entre pulsiones, a partir de este texto, se produce entre las pulsiones del Yo, las cuales comprenden tanto a las pulsiones de autoconservación como a la libido del Yo, y las pulsiones objetales, que también comprenden lo sexual libidinoso. 

     En 1920, en Más allá del principio del placer, Freud plantea una nueva dualidad, el conflicto se produce entre la pulsión de vida, la cual comprende a todas las manifestaciones de la libido, tanto las pulsiones del Yo como las pulsiones objetales; y la pulsión de muerte, que incluye las antiguas pulsiones yoicas no sexuales. La pulsión de muerte, considerada como silencio, vacío, solo podría reconocerse cuando se une a la pulsión erótica en las manifestaciones sádicas y masoquistas de la misma. A partir de este momento, pierde vigencia la unicidad del principio del placer y aparece un nuevo principio: el más allá del principio del placer, que compite con éste e intenta dominarlo. Eros, representante de la pulsión de vida, continuará aferrado al principio del placer intentado subsumir al aparato psíquico a sus exigencias; mientras que Tánatos, representante de la pulsión de muerte, intentará imponer al aparato psíquico la compulsión a la repetición, compulsión que busca el retorno a lo inorgánico anterior a la vida, a un momento en el que no se siente ninguna necesidad o deseo. 


Psicóloga en Vecindario

MARÍA JESÚS SUÁREZ DUQUE

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