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Psicóloga Vecindario INHIBICIÓN CONDUCTUAL Características

 

Psicóloga María Jesús Suárez Duque

Atención psicológica a niños, adolescentes, adultos y mayores

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CARACTERÍSTICAS DE AL INHIBICIÓN CONDUCTUAL

La inhibición conductual (IC) es una variable temperamental que genera timidez, retraimiento, evitación social, inquietud o malestar social, además de miedo ante personas, objetos y/o situaciones desconocidas (García-Coll, Kagan y Reznick, 1984).



La IC es el rasgo temperamental definido por el miedo extremo ante la novedad (Kagan, Reznick y Snidman, 1987). 

Al igual que otras variables temperamentales, la IC muestra una disposición básica, es relativamente consistente, está determinada biológicamente y es sensible a la influencia de variables contextuales (Goldsmith et al., 1987).

 Los niños inhibidos experimentan una gran ansiedad ante estímulos desconocidos, inciertos o cambiantes, por lo que reaccionan inicialmente mostrando signos de sufrimiento, moderación del comportamiento y latencias largas para interactuar. También, suelen dejar de jugar, hablar y tratan de permanecer cerca de la seguridad que ofrecen sus padres (Kagan, Snidman y Arcus, 1998). De hecho, algunos autores han argumentado que la IC es la manifestación observable del rasgo de personalidad de la neurosis (Craske, 1997) o tendencia persistente a experimentar estados emocionales negativos (Matthews, Deary y Whiteman, 2003). Asimismo, se relaciona con la baja extraversión, otro rasgo de personalidad asociado con una menor participación en actividades sociales y con individuos menos reivindicativos que prefieren observar las situaciones antes de participar en ellas (Matthews et al., 2003). En esta línea, Vreeke y Muris (2012) exponen que los padres de niños clasificados como clínicamente ansiosos, informan que sus hijos presentan niveles más elevados de neuroticismo e IC, así como niveles inferiores de extroversión en comparación con padres de niños no ansiosos. Además, los niveles elevados de IC y neuroticismo fueron predictores de presentar un trastorno de ansiedad en el futuro.

Aunque la presencia de IC se observa muy tempranamente en la vida (Kagan, Reznick, Snidman, Gibbons y Johnson, 1988), para su detección, es necesario considerar el período evolutivo en el que se encuentra el niño. En este sentido, la IC no debe confundirse con la reacción normal de ansiedad al extraño en la que los niños de 7-8 meses muestran respuestas ansiosas ante personas desconocidas cuando ya distinguen la figura de vínculo, generalmente la madre, de los extraños (Spitz, 1961). Spitz señala que este tipo de ansiedad expresa un desarrollo afectivo y madurativo adecuado, a diferencia de la conducta inadaptada que la IC puede mantener durante toda la infancia, adolescencia (Pfeifer, Goldsmith, Davidson y Rickman, 2002) e incluso en la adultez (Kagan, Snidman, Kahn y Towsley, 2007).

 En función del sexo, las niñas tienden a mostrar niveles de IC más altos y estables que los niños (Essex, Klein, Slattery, Goldsmith y Kalin, 2010; Kerr, Lambert, Stattin y Klackenberg-Larsson, 1994); estas diferencias son atribuidas al efecto de los estereotipos del rol sexual, ya que la inhibición resulta socialmente más aceptable en el sexo femenino que en el masculino (Kerr et al., 1994).

En relación con los contextos donde se manifiesta la IC:

a)    Algunas investigaciones sugieren que ir al colegio es una actividad particularmente estresante para los niños inhibidos (Coplan y Arbeau, 2008; Evans, 2001), lo que hace que se impliquen menos en actividades sociales (Kochanska, 1998) y puedan experimentar dificultades de adaptación a largo plazo. De hecho, los niños inhibidos son evaluados por sus maestros con mayor número de problemas emocionales que sus compañeros (Bohlin, Hagekull y Andersson, 2005; Coplan, Arbeau y Armer, 2008). También, muestran habitualmente un comportamiento reservado e índices mayores de ansiedad durante el juego libre con sus compañeros de colegio (Coplan y Arbeau, 2008; Coplan, Prakash, O'Neil y Armer, 2004).

b)    Fuera del contexto escolar, las madres describen a sus hijos inhibidos como menos activos socialmente con sus semejantes y más propensos a jugar solos en casa con un amigo (Coplan, DeBow, Schneider y Graham, 2009), lo que aumenta el riesgo de presentar malas relaciones, rechazo y exclusión de sus iguales (Coplan et al., 2004). De hecho, uno de los criterios que definen a los niños con alta IC es la presencia de bajas tasas de interacción con sus iguales (Monjas y Caballo, 2002). En cuanto a la prevalencia de la IC, los datos registran que aproximadamente el 15% de los niños son extremadamente inhibidos y responden con miedo y conductas de retirada ante lugares, personas y objetos desconocidos (Kagan, 1997). 

Los estudios revelan que cerca de un 10% de los niños que en la edad preescolar presentan IC continúan expresándola durante la infancia, adolescencia y adultez (Kagan y Snidman, 2004).

Uno de los aspectos más importantes en la IC es la inhibición del habla, ya que supone un factor esencial para el estudio de la respuesta de inhibición ante la novedad y uno de los índices observables más utilizados para su evaluación (Kagan, 1994). Las investigaciones muestran que los niños inhibidos hablan menos, utilizan menos palabras, realizan intervenciones más breves y abarcan menos temas durante una conversación. Además, los niños con IC responden a preguntas de los maestros utilizando silencios o monosílabos más que los niños clasificados como desinhibidos (Evans, 1987; Kagan, Reznick, Snidman, Gibbons et al., 1988). Como resultado, cuando los maestros quieren que hablen deben insistirles más que a los demás niños (Evans, 1987). En relación con la inhibición del habla, Evans (1993) y London y Sommers (1979), señalan que además de hablar menos, los niños inhibidos presentan un lenguaje cualitativamente diferente, obteniendo puntuaciones más bajas en diferentes medidas de articulación, automaticidad, comprensión y producción de sintaxis, morfología y semántica.

Referencia bibliográfica

Ordóñez, A., Espinosa, L., García, L. J., & Muela, J. A. (2013). Inhibición Conductual y su Relación con los Trastornos de Ansiedad Infantil. Terapia Psicológica, 31(3).

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