CONSECUENCIAS DE TENER CRITERIOS ESTRICTOS PARA AUTOEVALUARSE
Hemos aprendido a echarnos la culpa por casi todo lo que hacemos mal y a dudar de nuestra responsabilidad cuando lo hacemos bien. La autocritica es buena y productiva pero cuando se realiza de modo adecuado. A corto plazo puede servir para generar nuevas conductas, pero si se utiliza de modo indiscriminado y dogmático, genera estrés y es destructiva para el autoconcepto.
¿Cómo se llega a tener un autoconcepto negativo?
Una forma típica es a través de la autocrítica excesiva. Los humanos utilizamos estándares internos, esto es, metas y criterios internalizados (aprendidos) sobre la excelencia y lo inadecuado. Estos estándares se desprenden del sistema de creencias, valores y necesidades que poseemos.
Una elevada autoexigencia producirá estándares de funcionamiento altos y rígidos. Sin embargo, si bien es importante mantener niveles de exigencia personal relativa o moderadamente altos para ser competentes, el "corto circuito" se produce cuando estos niveles son irracionales, demasiado altos e inalcanzables.
La idea irracional de que debo destacarme en casi todo lo que hago, debo ser el mejor a toda costa y que no debo equivocarme, son imperativos que llegan a volverse insoportables.
Colocar de manera absoluta la felicidad en las metas, es sacarla de tu dominio personal. Las personas que hacen del éxito un valor, que son extremadamente competitivas y manejan estándares rígidos de ejecución, tienen limitada su felicidad. Se han montado en el vagón equivocado. La clave de la felicidad está en disfrutar mientras se transita por la meta.
Si posees criterios estrictos para autoevaluarte, siempre tendrás la sensación de insuficiencia. Tu organismo comenzará a segregar más adrenalina de lo normal y la ansiedad interferirá con el rendimiento necesario para alcanzar las metas:
· Los estándares irracionales harán que tu conducta nunca sea suficiente.
· Pese a tus esfuerzos, las metas serán inalcanzables.
· Al sentirte incapaz, tu autoevaluación será negativa.
· Este sentimiento de ineficacia y la imposibilidad de controlar la situación te producirán estrés y ansiedad, los que a su vez afectarán tu rendimiento alejándote cada vez más de las metas.
Las personas que quedan atrapadas en esta trampa se deprimen, pierden el control sobre su propia conducta e indefectiblemente fracasan. La frustración e incontrolabilidad, las lleva a autocriticarse y autocastigarse. La consecuencia es la pérdida del autoconcepto y la depresión.
La auto-exigencia exagerada se mide en función de las posibilidades de cada uno. Si no posees las habilidades o los recursos necesarios para alcanzar las metas, la aspiración más simple se vuelve inalcanzable. En estos casos, la resignación y la reevaluación objetiva y franca de tus metas y recursos es la solución.
Si eres demasiado auto-exigente y auto-crítico, utilizarás un estilo dicotómico. Esto quiere decir, de extremos. Las cosas sólo serán blancas o negras, buenas o malas. "Soy exitoso o soy fracasado". Absurdo. No hay nada absoluto. Si aplicas este estilo binario de procesamiento, te referirás a ti mismo en términos categóricos e inflexibles, como: nunca, siempre, todo y nada.
Como es de esperarse, si deseas fervientemente el éxito, el poder y el prestigio, temerás al fracaso. Este miedo te hará dirigir la atención más hacia las cosas malas que hacia las buenas, con el fin de "prevenir" los errores que tanto temes. Dicho de otra forma, desarrollarás un estilo de focalización mal-adaptativa orientada a ver en ti mismo sólo lo malo. Esto te llevará a desconocer las aproximaciones a la meta, así como los esfuerzos y pequeños ascensos que realices en la escalinata hacia tus logros personales. Si relacionas lo anterior con el estilo dicotómico, entonces es claro que dichos acercamientos a la meta pasen inadvertidos: “Llego o no llego" "Estoy, o no estoy en la meta”. La peor manera de tratarte es con impaciencia y menosprecio.
La auto-observación negativa, al igual que la autoevaluación y el autocastigo, genera estrés, disminuye el rendimiento, maltrata el ego y, a largo plazo, afecta el auto-concepto.
El uso de estándares extremadamente rígidos, perfeccionistas e irracionales, aumentan la distancia entre tu yo ideal (lo que te gustaría hacer o ser) y tu yo real (lo que realmente haces o eres). Cuanto mayor sea la distancia entre ambos, menos probabilidad de alcanzar tu objetivo, más frustración y más sentimientos de inseguridad ante los esfuerzos inútiles por acercarse a la supuesta "felicidad". Si además la meta no es coincidente con los valores del grupo de referencia, el nivel de sanción puede llegar a ser realmente intolerable.
La estabilidad absoluta no existe. Es un invento de los que temen al cambio. Ceñirte ciegamente a los estándares propios o externos, es
coartar tu libertad de pensar. Perderías la capacidad de decisión y de crítica objetiva. No temas revisar, cambiar o modificar tus metas si ellas son fuente de sufrimiento, aunque a tus vecinos no les guste.
Lo importante entonces no es sólo descubrir que eres auto-exigente, sino ser capaz de modificar los estándares.
Para lograrlo no puedes ser demasiado "estable” o demasiado
“estructurado". Las personas mentalmente rígidas y estrictas consigo mismas son personas normativas. Se debaten entre el bien y el mal. Ser flexible es, sin lugar a duda, una virtud de las personas inteligentes. Absurdamente sacrificamos el derecho a cambiar de opinión y a equivocarnos, por la seguridad aparente de viajar por una ruta inmodificable. Consideramos erróneamente que es la
única y mejor manera de andar por el mundo.
Bibliografía
Berntsson, E. A. (s.f.). Claves para una autoestima indestructible.
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